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» Este artículo corresponde a la Edición del domingo, 22/mar/2020 de La Auténtica Defensa.

Opinión:
Urbanismo y sanidad
Por Arq. Jorge Bader




Jorge Bader

Siguiendo con el razonamiento de la anterior nota, el desafío más importante de la Revolución Industrial fue la solución a la vivienda obrera entre 1780 y 1850. El problema de la vivienda tuvo que ver básicamente con la escasez de alojamiento, para las clases sociales emergentes que surgían de las migraciones del campo para ocupar puestos laborales en el nuevo sistema de producción.

Tal como conté la semana pasada la insalubridad surge a partir del hacinamiento y la falta de obras de saneamiento, pero también, y no menos importante tiene su origen en la inconducta de la profilaxis social. Fue tan explosivo el fenómeno que en los primeros años las transformaciones urbanas fueron inmanejables. Surgió todo tipo de especulación sobre la tierra y la ciencia urbanística, no reconocida como tal aún, se subordinó a la simple construcción de cualquier tipo de vivienda sin orden ni planificación.

En Inglaterra, el urbanismo quedó en manos de los llamados "Jerry Builders", algo así como los promotores de la construcción que sólo medían la cuestión en función de sus resultados económicos. Se trataba de ocupar el espacio y dar solución al alojamiento indiscriminado. Hay registros que dan cuenta que el único requerimiento era que las viviendas se mantuvieran en pie, con lo cual muchas de esas construcciones no tenían fundaciones tradicionales y se montaban directamente sobre el suelo ligeramente compactado.

La crisis que relaté la última semana, basada en la cuestión sanitaria y las múltiples pandemias, dieron lugar a reformas ordenadas y planificadas de antiguas ciudades cuyo origen medieval no estaba acorde con el ritmo de las transformaciones industriales. De la tracción a sangre al automóvil hay una revolución del movimiento, de la acequia a cielo abierto a las obras de saneamiento subterráneas hay una revolución sanitaria, de la ciudad del comercio el puerto y la administración, a la producción sistematizada y mecanizada, hay una revolución industrial y de la ciudad espontánea a la ciudad planificada hay una revolución urbanística.

Si bien el urbanismo como ciencia se desarrolla posteriormente, puede decirse que el inicio del razonamiento sobre la ciudad y sus nuevos problemas técnicos y sociales empieza en la Revolución Industrial. Hay autores que concentran la problemática en lo social, y consideran que más allá de las pandemias al sistema de producción del capitalismo incipiente lo preocupa más la organización obrera y la fuerte dependencia de la producción industrial de uno de los factores intensivos como la mano de obra en fuerza. La mecanización implicaba una sistematización de procesos, pero aún no existía el automatismo que se aviene con la segunda Revolución Industrial donde la tecnología suplanta definitivamente esa carga de mano de obra intensiva. Por lo cual las reformas urbanas también tienen como componente central el control de la población, sus movimientos y su organización.

Otra revolución que vino aparejada con el hacinamiento derivado de la industrialización fue, la revolución sanitaria, el diseño y la ubicación de la arquitectura hospitalaria, y los nuevos conceptos de sanidad pública.

Tal como lo expresé, en el primer artículo de esta serie, las pandemias surgentes a partir de las cuestiones de falta de planificación en el saneamiento y la profusión de roedores, tuvo también un aliado fundamental: la falta de cultura sanitaria de la gente. Esa inconducta no era privativa de una clase social ni de un sector de la población. El aseo personal y el lavado de manos eran la excepción y no la regla. Los desconocimientos de las transmisiones de enfermedades colaboraban en esa inconducta. Todo esto pasó en un siglo plagado de transformaciones.

Consideremos que las grandes reformas urbanas y la revolución sanitaria suceden entre 1800 y 1900. En 1850 un artículo escrito por Lightfoot, publicado en el London Medical Times plantea que "Los hospitales son la puerta a la muerte para las parturientas". "Haciendo alusión a la gran mortalidad de mujeres que hacían uso de estas instituciones para parir. En Francia en el año 1870, se reporta que un hospital fue llamado la casa del crimen por el impresionante número de mujeres que morían en las salas de maternidad, donde la causa de las muertes era la enfermedad llamada fiebre puerperal".

El Dr. Ignaz Phillipe Semmelweis, de origen Húngaro y cuyos escritos han sido reconocidos, destacados y registrados como Memoria del Mundo en el año 2013, sentenció que las manos de los estudiantes y trabajadores eran las responsables de llevar "partículas cadavéricas" de un sitio a otro e infectar a las pacientes. Semmelweis, al que se le conoce además como "el salvador de las madres", después de este estudio estableció una política obligatoria de lavado de las manos, colocando lavabos a la entrada de las salas de maternidad, utilizando además una sustancia antiséptica, el cloruro de calcio, lo que le permitió observar la disminución de la mortalidad de mujeres por fiebre puerperal. Constituyó esta la primera evidencia documentada y clara del beneficio que reporta el lavado de las manos en el control de las enfermedades infecciosas. Incluso a partir de estas crisis sanitarias surge el diseño moderno de la arquitectura hospitalaria, y con el urbanismo moderno se pone de manifiesto la ubicación estratégica de los centros de atención médica.

Las crisis empujan a la sociedad al crecimiento y el desarrollo de estrategias preventivas y reformas sociales, urbanas, sanitarias y conductuales. Veremos con el tiempo adonde nos lleva esta contingencia y cuál es el aprendizaje que nos deja. Por lo pronto, casi 170 años después de la fiebre puerperal y los mandatos sanitarios del Dr. Semmelweis, hemos recordado por imperio de la pandemia, la importancia del lavado de las manos, una costumbre fundamental a veces imperdonablemente olvidada. PD: A quien le interese el tema puede consultar sobre el Museo de historia de la medicina, en honor al Dr. Semmelweiss, en Budapest, donde se lo nomina como "El padre de la profilaxis y la asepsia", y donde, precisamente, se encuentran conservados sus escritos originales y sus aportes al diseño de hospitales modernos.


Arq. Jorge Bader - Matrícula CAPBA 4015


 
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