A finales del siglo XIX y principios del XX comenzó un proceso en donde el centro de poder en el sistema internacional dejaba de acumularse en Europa y comenzaba a distribuirse hacia ciertos polos que no se encontraban en el viejo continente. Estados Unidos, Japón y más tarde China, comenzaron a acumular poder relativo de forma tal que Europa dejó de manejar la agenda política y económica del sistema internacional.
En los últimos 10 años, vemos como América Latina comienza a crecer de forma contundente en su poder relativo como región a partir del desarrollo inminente en términos económicos de países como Brasil, y del avance concreto en la integración de la región a partir de la Unasur y el Mercosur.
No es casualidad que, luego de sufrir un largo periodo de crisis internacional centralizada en los grandes polos económicos como la Unión Europea y los Estados Unidos, América Latina como región gane cada vez más protagonismo.
Este proceso claramente se lo ve en la designación de Jorge Bergoglio como Papa, siendo el primer Papa no Europeo y perteneciente a la región.
Considero un gran momento para América Latina en donde, con políticas exteriores prudentes y racionales podrá lograr muchos de sus objetivos en el marco de la comunidad internacional; profundizar la integración, solucionar la controversia por Malvinas, y desarrollarse económicamente con distribución de la riqueza son los objetivos inmediatos a lo cual hay que abocarse como países latinoamericanos.