Sr. Director
Solicito tenga a bien publicar en su prestigioso diario la nota adjunta. Desde ya agradezco su gentileza.
Aprovecho esta oportunidad para saludarlo cordialmente.
LOS MOTOCHORROS
La mayoría de los robos y asalto a mano armada, se están dando por estos jóvenes sin moral, que avasallan a cualquiera de nosotros los habitantes de esta ciudad, ya sea esperando un colectivo, caminando por la ciudad o los vecindarios, a hombres y mujeres que transitan hacia o desde su trabajo o tareas de amas de casa e incluso a estudiantes.
Lo recomendable sería que las fuerzas policiales, paren a estos, retengan sus motos, soliciten sus documentos y averigüen antecedentes.
Ocurre a menudo que la policía en un número notable (de 5 a 7) efectivos, estacionen a la entrada del Barrio Ariel del Plata, y no paren a motociclistas, en primer lugar sin casco y en segundo término la documentación personal y de su móvil. A pesar de la cantidad de efectivos estacionados, no recorren el barrio, ya que en oportunidades ocurren hechos dentro del mismo.
Lo mismo pasa en el casco céntrico y en otros barrios. Pareciera que tienen circulación completamente libre. Además saben que si son menores no los pueden detener. Hasta cuándo vamos a seguir soportando tanta inseguridad, sin que se tomen medidas de prevención, para gestionar medidas para que nosotros los ciudadanos estemos en paz y tranquilidad, particularmente en una zona tan industrializada y tan querida como lo es Campana.
Esto no se trata de política, esto se trata de sentido común, el ciudadano quiere que lo cuiden, estar seguro de su vida y de sus bienes que ha logrado con su trabajo honesto.
Además esto tiene que ver con la cultura y formación de estas personas, que no les han enseñado en su casa, lo que es la moral, las costumbres, el estudio y trabajo. Cuántos son los jóvenes que no estudian ni trabajan en comparación de quienes si lo hacen. Si se hiciera un relevamiento veríamos que los primeros son muchísimos que no tienen futuro, e inútiles para nuestra sociedad, que además la degradan.
Miguel A. Dipaola