El pueblo argentino sufrió en los últimos 40 años procesos devaluatorios que afectaron sus ingresos y el nivel de vida, beneficiando solo a los grupos económicos poderosos.
El Rodrigazo en 1975 fue el comienzo de políticas de fuerte devaluación que se coronaron con el "proceso de reorganización militar".
La política de Martínez de Hoz, la "tablita cambiaria" y un dólar barato que permitió la importación indiscriminada que destruyó a la industria nacional.
En 1981, Lorenzo Sigaut planteó "el que apuesta al dólar pierde" produciéndose una nueva devaluación que afectó el salario real y coronó el fin de la desastrosa política económica de los militares.
Ya en democracia los años `90 fueron años de convertibilidad y cierres de fábricas con la política de Menem y Cavallo, que explotó con el radical De La Rúa en el año 2001, y cuyo ministro de economía termino siendo también Domingo Cavallo.
El intento de construir una Argentina industrial, con desarrollo económico e inclusión social choca nuevamente con los "devaluadores", grupos económicos concentrados representados en las corporaciones mediáticas, que quieren un dólar muy alto para su beneficio, en perjuicio del resto del pueblo Argentino.
Una devaluación como pregonan los gurúes económicos de siempre, afectaría considerablemente los niveles de actividad, el salario real, a los jubilados, docentes y Pymes y comerciantes con el solo beneficio del capital exportador.
Por eso es que considero correcto la intransigencia del Gobierno Nacional al no querer devaluar la moneda Argentina, considerando en la cima de la agenda política la totalidad de la población y no a unos pocos.
