Nunca me lo preguntó; la respuesta hubiera sido obvia. Se acercaba a su lugar lenta y pesadamente. Hacíamos fuerza con él. Luego con el transcurrir de las clases, en su Taller Escuela Mariano Moreno, afloraban su bondad, sus conocimientos, su amable cultura, su anecdotario interminable, sus historias, sus sueños, sus recuerdos, sus versos, sus amigos. Su voz. La llevo impregnada en mis oídos: su timbre, dicción, pausas, entonación y color.
El Día del Periodista recuerda al 7 de junio de 1810 cuando salió el primer número de la Gazeta de Buenos Aires, dirigida los primeros meses por Mariano Moreno, nombre del cual el Taller Escuela tomó el nombre. Qué mejor fecha para recordar a Ismael, un maestro de periodistas. Un representante de un estilo de periodismo que parece en retirada, tironeado por propios errores y otros intereses que, en la confusión, intentan llevar agua para su molino.
El movimiento era, en la última etapa, un problema. Ante cada dificultad surgía una variante para seguir disfrutando su sabiduría y compañía. Hicimos de todo, o casi. Lo movimos cual faraón por las escaleras: la de anchos escalones de mármol esmerilados por tantos pasos y la más pequeña, sobre la vereda de la calle Moreno, con barandas de hierro que complicaban los movimientos. Se dejaba llevar, sospecho, no sin el temor de pensar que el viaje podía terminar a los tumbos. Cuando eso ya no fue posible, nos quedamos arriba, apretados entre el escritorio que alguna vez usó Arturo Frondizi, la biblioteca con sus numerosos premios, los bancos de madera, las miradas de sus fotos familiares y varias caricaturas.
Era un entusiasta de la palabra, la lectura, el cine, la música y, también, de las últimas tecnologías. Bregaba por incentivar la investigación, el análisis de la etimología, la corrección en la construcción de los textos y el uso adecuado de los términos. Todo, sin dejar de lado la cara humanista de la profesión a la que entregó gran parte de su vida para luchar, a su manera y con su estilo, contra un estado de cosas como las que definió hace mucho José Ingenieros en El Hombre Mediocre: "Los estados conviértense en mediocracias; la falta de aspiraciones que mantengan alto el nivel de moral y de cultura, ahonda la ciénaga constantemente."
¿Qué ves cuando me ves? Canción de Divididos que termina: cuando la mentira es la verdad. Es verdad que ya no está, pero es mentira que ya no está.