Se ha suscitado un debate en torno a la decisión presidencial de trasladar el monumento de Cristóbal Colón, descubridor de América, y emplazar allí uno dedicado a la patriota de la Guerra de la Independencia Juana Azurduy, ahí muy cerca de la Casa Rosada, símbolo de la República Argentina.
Sin intenciones de entrar en polémicas, hay que señalar que Colón con su descubrimiento abrió las puertas a la conquista española de estas tierras, que a sangre y espada exterminó a los pueblos originarios que habían desarrollado una cultura muy avanzada como los Aztecas (México), e Incas (en Perú y alrededores).
Ahora bien, Juana Azurduy fue una valiente mujer que acompañó a las fuerzas patriotas en la Guerra de la Independencia, participando activamente de numerosas batallas en el altiplano (actual Bolivia) y el Norte Argentino (Salta y Jujuy).
Apoyó al General Belgrano y a los gauchos de guerra, y perdió en la lucha contra los realistas a casi toda su familia.
Junto a mestizos e indígenas escribió paginas memoriosas en las batallas por la independencia nacional.
Murió pobre y olvidada años después como tantos patriotas, siendo 200 años después elevado su rango a General de la República del Ejército Argentino por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Hecha esta pequeña reflexión, es fácil entender como el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires defiende a ultranza la conservación del monumento a Colón, un claro símbolo del colonialismo europeo y el vaciamiento de las riquezas regionales, contra la posición del Gobierno Nacional de reivindicar con un monumento a Juana Azurduy que demuestra el valor de las mujeres Argentinas en la tarea de crear una patria más libre y justa.
Es por esto que considero muy justo que Juana Azurduy tenga su monumento cerca de la Casa Rosada, símbolo de la Argentinidad, que en alguna época fue usurpada por Generales cobardes que mucho daño le hicieron a la República.