De chicos nos llevaban a pasear en autos que no tenían cinturones de seguridad, ni bolsas de aire. Ibamos contentos a recorrer las calles o un día de campo en la cajuela de alguna camioneta vieja, atentos a la aventura y la novedad.
Cuando montábamos en bicicleta no usábamos casco. El tener una bici era un privilegio excepcional, novedoso y envidiado por los otros niños del barrio. Cuando mi madre me compró mi primera bici me sentí el dueño del mundo.
Tomábamos agua de la canilla o la manguera del jardín y no de una botella de agua mineral. Compartíamos la botella de bebida cola o bolita entre cuatro (no era tamaño grande como las de ahora) tomando de la misma botella y nadie se moría ni enfermaba por esto.
Comíamos biscochitos de Canale o el Tradicional pan con manteca. Mis consecuentes amigos eran los cuatro chicos vecinos con los que compartía en las mañanas rebanadas de pan recién salido del horno con manteca y azúcar, un manjar para nosotros, entonces. Tomábamos bebidas preparadas con agua y azúcar, ninguno era ¨gordo¨ ni teníamos exceso de peso porque luego del mate cocido nos íbamos afuera a jugar.
Nuestros juegos tenían la inocencia de los humildes, las bolitas, el balero, el Yo-Yo, el ainenti (payana), la biyarda, el rango y miga, las escondidas.
No teníamos celular (así nadie podía ubicarnos). Salíamos con la unica condición de regresar luego o antes de la Escuela. Si nos cortábamos, nos rompíamos un diente o un hueso nadie tenía la culpa, solo nosotros.
No teníamos televisión, play stations, juegos de video, videograbadoras, sonido surround, computadoras, internet, chat o ciber. Pero teníamos amigos.
Salíamos sin temores por la calle, caminábamos hasta la casa del amigo, tocábamos el timbre...o simplemente entrábamos sin tocar, allí estábamos y salíamos a jugar. Nuestros juegos eran simples como la vida misma. Si pasábamos por alguna casa donde sobre el tapial asomaban algunas mandarinas o granadas nos hacíamos pié y nos alzábamos con algunas para ir comiéndolas en nuestro paseo, contentos por la diablura.
El cine en blanco y negro (de vez en cuando) y la radio eran los entretenimientos caseros que acostumbraban a ver y escuchar nuestros padres, que compartíamos absortos y emocionados a veces con el Radioteatro de Francisco de Paula, Guillermo Bataglia, Nora Cullen, Juan Carlos Chiape y tantos otros.
Hoy muchos nos preguntan ¿como hiciste para sobrevivir? Sin heladera eléctrica (funcionaban con hielo) sin agua corriente, ni cloacas, (funcionaban las clásicas bombas, pozos, con brocal llamados aljibe) el lechero visitaba diariamente nuestras casas con el clásico carro con caballo, bautizando cuando no los veían la leche, que según él, venía muy ¨gorda¨.
La seguridad? quien se preocupaba de ello? si hasta las puertas de calle no tenían llave y algunos hasta la tenían abiertas de par en par.
Seguramente el lector pensará, claro, era ¨Argentina año verde¨, cosas así no existen hoy en día. Y tienen razón, todo ese rosario de pequeñas cosas inocentes, casi estúpidas pensarán algunos, instancias de nuestra vida que les tocó en ¨suerte¨ vivir a muchos de nosotros, vivenciadas hoy a través de esta nota, arrancará nostalgias de un tiempo que no se repetirá, ya que forma parte de las cosas que el progreso fue dejando atrás, dando a las nuevas tecnologías que a no dudarlo ha producido un cambio tremendo en los que hoy todavía añoran con un dejo de profunda tristeza aquella forma de compartir la AMISTAD, las puertas sin llave, y sin rejas.
La seguridad de salir y volver a casa sin temores ni horarios, los valores humanos y el respeto por el prójimo, la conciencia y el valor de la palabra.