"… A la izquierda de su pantalla, señora…" la voz del relato de Horacio Aiello se escuchaba en cada córner de ese único partido que se pasaba los domingos a la noche por canal 7. Sentado junto a mi papá en el sillón largo, el televisor blanco y negro devolvía la imagen de un partido que se había jugado unas cuantas horas antes. Eran pocas las oportunidades de ver lo que para mi papá era una pasión y para mí el juego del día siguiente. Una noche Daniel Onega, un gran mediocampista de River, puso su pie derecho sobre la pelota, la trajo hacia él, la adelantó y el defensor quedó unos cuantos metros atrás. Esa pisada magnifica era nueva para mí y no me costó mucho aprenderla, mas aun si los sillones del jardín del patio de mi abuela no ofrecían marca pegajosa.
Nos acomodamos en el mismo sillón, mi papá apretó el botón blanco de encendido y dio vueltas la rueda para poner canal 7. Esa noche, después de tanto rezar pasaron el partido de San Lorenzo. Todo iba normal, alguna jugada de gol, una pisada común, un pase de taco y algún "caño". Mi tío Arsenio que estaba de visita comentó la forma de correr del "bambino" Veira y mamá se quejó por esa falta fuerte a la "oveja" Telch. Yo solo miraba para aprender y hasta ahí era todo fácil. Pero en el futbol siempre hay algo que aprender. El "lobo" Fischer recibió el pase cerca del área, se enfrentó al defensor, la pelota quedó entre sus pies, aun así siguió trotando, en un momento movió sus piernas rápido, la pelota que estaba en el suelo quedo un poco atrás, pero no fue un error, de repente la magia sucedió, la pelota queda en sus talones, se frena y empieza a elevarse por su espalda, ese globo blanco apenas pichado que todavía flota pasa por sobre su cabeza y la del defensor que busca lo invisible en el aire. La pelota cae por detrás del defensor y el "lobo" la recibe recién llegada de nuevo a sus pies. Mi cabeza se estiró mas allá de mi cuerpo, mis ojos de asombro siguieron el movimiento, señale al televisor sin hablar. Horacio Aiello habló sobre una "bicicleta". Esa jugada inédita, que rozo el arte y el malabarismo, que mescló a un bailarín clásico con un equilibrista se le llamo "bicicleta" y lo peor de todo sería como copiarla.
Mi mamá se enojó porque la taza de leche del desayuno se terminó rápido, pero ya tenía la pelota abajo del brazo. Corrí los sillones molestos del patio, la maceta con gladiolos la dejé cerca de la puerta y la de helecho era el defensor de anoche. Pensé en la jugada, la recordé, me enredé con la pelota tantas veces como la maldecía. La mañana fresca se hacía corta y la pelota no se elevaba. Mis "Flechas" ya empezaban a molestar, el talón sin medias formaba ampolla. De pronto, siento tocar la pelota con el taco de la zapatilla derecha, algo pasa me dije, y ahí veo caer a la pelota delante de mí. Por mirarla tiré la maceta con el helecho y todo. La magia estaba consumada, la creación perfecta ya tenía copia real. Solo bastaba la práctica, o sea todo el resto del día con mi juego. Ver, copiar, crear, todas materias de un aprendizaje libre en la niñez. Así es el niño siempre, ayer y hoy, no importan los tiempos, siempre sigue patrones de modelos en la copia. La libertad lo va a hacer creador, la soledad del juego lo va a formar para la intuición creativa. No le digan a un niño como debe jugar, si él inventó el juego-
HASTA LA PROXIMA
NESTOR OSCAR BUERI
Coordinador de grupos
Psicólogo Social
Charlas y conferencias
nestorb_ps@hotmail.com