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» Este artículo corresponde a la Edición del domingo, 01/sep/2013 de La Auténtica Defensa.

Fútbol Infantil:
Cuando las marcas dejan huellas
Por Nestor Oscar Bueri




Fernando, a sus ocho años, tenía una pequeña canchita en el fondo de su casa y una pelota con los colores amarillos y azul que alcahueteaba su equipo favorito, trasmitido y heredado.

Casa vez que podía cuando llegaba de la escuela y después de haber hecho los deberes, se ponía la camiseta que le regalo el abuelo y disfrutaba feliz jugando a la pelota. En la semana concurría a las prácticas del club y era seguro que el domingo iba a jugar en el campeonato de la liga infantil, pero nada se comparaba a la soledad de su canchita propia y solitaria.

Tres veces a la semana se juntaba con sus amiguitos del club, corría de un lado a otro persiguiendo a esa amiga diaria que se empecinaba en irse con otro y que de tanto en tanto se quedaba en sus pies para compartir la alegría de jugar. Así "Fer" disfrutaba de su niñez con sus compañeros de fútbol y su canchita casera, con su abuelo que le trajo una camiseta nueva y la pelota, esa pelota que se acostaba con él y le hablaba de lo bien que la habían pasado durante el día.

El papá de Fernando trabajaba hasta la noche, no podía disfrutar del juego de su hijo por eso esperaba solamente los domingos para verlo jugar en los partidos de la liga infantil. Este era su primer año compartiendo con otros chicos y los domingos dejaron de ser caseros para pasar a ser el día del partido infaltable. Pero Fernando empezó a cambiar , no andaba bien en la escuela, quería faltar, sacaba bajas notas y a veces dejaba de jugar a la pelota para sentarse en el pasto a jugar solo y callado mirando la nada…

En ese domingo de sol, Fer llegó de la mano con su padre. Apenas vio a sus amiguitos se fue a correr con ellos, llevaba caramelos en sus manos y un solo un objetivo, compartirlos. Ya se había comido dos antes de llegar. La corrida y los "nervios" del partido no le habían caído bien. Se acercó al padre, se paro frente a él y levantó la vista sabiendo del futuro inmediato de lo que iba a decir. Su rostro resignado como a la espera de lo inevitable y doloroso estaba preparado..,

-Papá. Hoy no quiero jugar…no me siento bien...vamos a casa con mamá…

Algo surco el espacio e hizo ruido cortando el aire, la mano abierta bajó pesada desde arriba, se freno en la mejilla de Fernando y se mezclaron las lágrimas con el rojo del golpe. Fernandito, con el llanto escondido para que nadie se dé cuenta vomitó los caramelos que había comido y la otra mano bajo mas pesada aun. Ese día jugo sin jugar…

Como el pueblo era chico todo se sabe. El papá de Fernando fue denunciado por violencia en el hogar.. La violencia familiar cuenta con tres efectos preocupantes, al hacerse en el seno familiar tiende a perpetuarse, por ser vínculos afectivos las consecuencias son mas dañinas y al ocurrir en espacios privados la respuesta social es mas difícil. En ocasiones existen posibilidades que los golpeadores hayan sido maltratados en la propia infancia, es una conducta aprendida en el hogar y afecta a las personas que fueron maltratadas. Es muy probable que el niño golpeado pueda convertirse en un hombre violento en el futuro.

Por esto señores responsables del deporte infantil, estén atentos con la vista preparada y el oído listo para escuchar hasta los silencios del niño

HASTA EL PROXIMO DOMINGO…

NESTOR OSCAR BUERI

Observador y Coordinador de Grupos Psicólogo Social

nestorb_ps@hotmail.com


 
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