Aquella Dictadura sangrienta y nefasta que comenzó en 1976 tuvo un episodio que trascendió cualquier discusión política y ideológica, que fue el secuestro y la desaparición de aquellos estudiantes de Las Plata que luchaban legítimamente por obtener el boleto estudiantil.
No eran subversivos ni terroristas, eran vecinos, familiares, amigos que buscaban mejorar su calidad educativa, y que aquella cruel dictadura secuestró, torturó e hizo desaparecer.
Hoy vemos como muchas veces se intenta culpar a los jóvenes por problemas que le hemos dejado los adultos al tomar malas decisiones a lo largo de nuestra participación ciudadana, desde el regreso a la democracia. Como tales, debemos afrontar los problemas que tuvimos como argentinos y buscar solucionarlos de manera tal que no sigan siendo nuestros jóvenes quienes sufran del hambre, la pobreza, la marginalidad, y que puedan tener un futuro mejor.
Debemos asegurarles la educación, la salud, la equidad, para que ellos puedan crecer en armonía y puedan disfrutar de su niñez y juventud. Me resulta terrible ver menores de edad trabajando y pidiendo en nuestras calles, y como adultos responsables debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para terminar con esta situación.
Solucionarle los problemas a nuestros jóvenes, como adultos responsabilizarnos por los errores cometido, buscar repararlos y allanarles el camino para que puedan tener un mejor porvenir, es el mejor homenaje que les podemos hacer a aquellos jóvenes y sus familiares.