-En mi recorrido vespertino, encuento a José Mamario, bastante aflijido.
-¿Qué le pasa? -Ay, Tato, este día, me hace recordar a mi querida Vieja!
-Tal parece, su madre era muy cariñosa.
-Por demás, Tato, demasiado efusiva para abrazarnos y besarnos, con decirle que nos vimos obligados a denunciarla por malos tratos, era una mujer tan buena, como fuerte.
-Y si, hay amores que matan.
-Y era excelente cocinera, extraño sus pastas, guisos, milanesas,...
-¿Hace mucho que la perdió?
-Y, hará como cuatro o cino... horas, justamente, ahora, iba para su casa, me está esperando, con una buena raviolada. ¿Me acompaña, Tato? Hay suficiente para los dos.
-Temo que su efusiva madre, empeore mi tortícolis, con un fuerte abrazo. Tal vez, en otra oportunidad.
-¡Como guste, Tato!
-Y así, se retira con paso apresurado, para disfrutar cuanto antes, de un buen plato maternal, con ese sabor a hogar, que no se consigue ni pagando. Lamentablemente, muchos se dan cuenta del valor de una madre, solo cuando la pierden.
Renato