La pelota viene pasada desde la derecha y cae en el área chica, alguien la deja boyando y Johnny Rep, el defensor de Holanda se encuentra con semejante regalo. Quizás por su segundo de pensamiento festejo el gol anticipado, la pelota juega en su muslo derecho un instante, cae bajando suave como un pluma y antes que bese el pasto Rep la toma de volea en la misma línea del punto penal. Fusilamiento sin orden de fuego, la pelota sale en forma de bala de cañón sin piedad y sin posibilidad de último deseo. Todos cerramos los ojos, menos uno, el "Pato" Fillol se movió unos pasos, se despegó del suelo, miró la pelota y abriendo bien las palmas de las manos se convirtió en la atajada más importante, majestuosa y de otro planeta del Mundial 78. Una atajada con mezcla de reflejos audaces, vista de lince y decisión segura. Ahí está el arquero, el del puesto más noble del futbol.
Jugar a la pelota en la canchita del barrio siempre fue el momento esperado, pero tenía el inconveniente previo de intentar convencer a alguien para que ataje. Mientras llegábamos a la canchita ya íbamos mirando de reojo quien iba a atajar y si no venía ninguno de los que les gustaba el puesto, nadie quería ese lugar de "Llanero solitario".
El arquero vive su juego en soledad, nadie lo abraza en el festejo de un gol y pocos le levantan el ánimo cuando es en contra. Y allí va a buscar la flecha que abrió herida en su arco, caminante solo, con la vista baja, pensando quizás que lo pudo haber evitado. Abraza la pelota que dañó la red y la devuelve para que siga el juego. La vista, la atención, la preparación física y psicológica debe estar en su mejor momento, un error puede significar la derrota y si se equivoca solo atajar un penal en el último minuto o una tapada a lo Fillol puede dejar de lado el murmullo tribunero. Y no hay muchas oportunidades para remiendo. Un delantero se "come" un gol inexplicable pero tiene miles de posibilidades posteriores, por sus pies la pelota pasara infinidad de veces, el arquero es huérfano de posibilidades. Y allí está el arquero casi sin hinchada propia, arriesgando cara y huesos en cada tapada, pisando el césped que desaparecerá pronto, todos pisan su casa, compañeros y contrarios, por eso las áreas siempre están peladas. El delantero se equivoca y atrás hay diez más que lo apoyan, cuando se equivoca el arquero hay una red detrás que lo atrapa y lo detiene en un calabozo de tres palos. La soledad es la esposa mimada del arquero, ahí está con el entrenador de arqueros, separado del resto, revolcándose, levantándose y vuelto a revolcar, largando aire y saliva por la misma boca que el domingo ordenará a su equipo. El arquero, el raro, el único que juega con las manos, el único que no es nombrado en el planteo táctico, el único puesto donde se es difícil ser suplente, el único que usa una camiseta diferente al resto de su equipo, hasta le inventaron un día para la mentira "… te voy a pagar el día del arquero…"
El arquero listo para el sacrificio, dispuesto a sucumbir golpes tiene entre sus manos el elemento del juego, un arma mortal dispuesta a accionar en cualquier momento. Su fortaleza anímica, su visión de último hombre, su actitud psicológica positiva, su voz de mando y su preparación física hacen del arquero una carta destructora ante cualquier equipo.
HASTA LA PROXIMA
NESTOR OSCAR BUERI
Observador Profesional de Grupos Psicólogo Social
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