Pedrito, un niño de 6 años, muy travieso y también muy inteligente, se aproximó a su madre y dijo: "Mamá, mi amigo
me habló que nosotros tenemos muchas cosa de valor: una casa bonita, un coche nuevo y hasta un departamento en la
playa, pero, no tenemos lo que hay de mayor valor en el mundo; paz en nosotros y amor... ¿Es verdad?".
Yo no sé cual fue la respuesta de la madre de pedrito, pero, sé cual ha sido mi respuesta al saber, un día, que no tenía nada de valor -- ni una casa bonita, ni un coche viejo, nada semejante a un departamento próximo a la playa, y, principalmente, paz en mi interior... "¡Decidí comenzar por el valor más alto! ¡Quiero comenzar con mi nombre en lo alto! ¡Quiero comenzar por el camino que, verdaderamente, me conducirá a la felicidad"
Exactamente hace veinte años atrás, ¡abrí mi corazón para la felicidad! Estoy muy feliz, me siento plenamente realizado, siento que el amigo Pedrito, aunque bien pequeño, ¡sabía de las cosas!... El hombre pasa toda su vida corriendo tras cosas materiales que, sin la paz y libertad de conciencia, son pasajeras y no garantizan la felicidad.
Cuando blanqueamos la conciencia nuestra, todo lo demás que adquirimos tiene un valor mucho mayor y más duradero. La casa donde moramos es mucho más iluminada y confortable, el coche, aún que el mismo que no sea lo más nuevo y más moderno, es usado con gratitud a la vida, las otras cosas que vengamos a adquirir, son usadas para nuestro regocijo y para el engrandecimiento de nuestro ser.
Si anhelamos un gran patrimonio, comencemos por el mayor tesoro: Paz y consciencia tranquila. Las otras cosas: casas, coches, haciendas, acciones de la Bolsa, servirán para aumentar nuestro patrimonio, pero con un valor bien inferior.
Claudio Valerio