La eterna lucha del liberalismo contra el avance del poder del Estado por sobre las libertades individuales. Un desagravio al liberalismo clásico. El problema de las democracias populistas, resabios del siglo XX, y la ausencia de soluciones concretas a la vista.
En la última década, en especial en Argentina y Venezuela, hemos presenciado un extremismo estatal, una invasión desde el poder hacia todos los ámbitos de la economía, ámbito este último donde debe reinar la razón en lugar de la arbitrariedad de unos funcionarios. El poder comprando más poder echando mano a una "caja" alimentada mediante el abuso del mismo poder, que luego invade a su vez las mismas instituciones de la República que deberían contener su avance por sobre los derechos y libertades. Un monstruo que ataca la realidad y la destroza, contra el cual parece no existir todavía la solución para detener su avance.
Aunque los "militantes" e intelectuales populistas lo nieguen y demonicen, el liberalismo existe en el seno de la República. En principio la República liberal fue una de las pocas, sino la única fórmula exitosa para combatir o evitar totalitarismos y otros excesos del poder por sobre los derechos individuales, pero hemos caído en el problema de las democracias populistas y socialistas, que demonizan al liberalismo y dinamitan las instituciones de la república desde adentro, cual caballo de Troya.
La solución, si existe, aún no está a la vista
Muchos desconocen que la lucha por la libertad y los derechos humanos es desde hace siglos potestad del liberalismo. Las repúblicas que nacieron luego de la independencia de Estados Unidos, signadas mediante Constituciones, son de hecho Repúblicas liberales, como en el caso de la Constitución de 1853 redactada por Juan B. Alberdi en Argentina.
Desconocen también que, en su esencia, el liberalismo tiene vedado el inicio del uso de la fuerza: en una República liberal se utiliza la fuerza únicamente como defensa ante quien haya iniciado la agresión. El pensamiento liberal sólo dispone de la razón y la realidad como herramientas para convencer, y en el campo de la política crear consensos. Es el arte de influir en la realidad mediante acciones que demuestren el valor de la libertad, o los productos y servicios de valor creados a través del capitalismo, en especial cuando está exento de coacción del Estado. Exaltar en el ciudadano su potencial individual, y acrecentar su poder de decisión y elección en el libre mercado donde exista la libre competencia. Hacer uso de la libertad de expresión, a través de los medios de difusión, libros y publicaciones en internet para convencer mediante la razón, alertar a los demás, acerca de los peligros del poder, documentar los errores del estatismo que conducen siempre a limitar las libertades individuales y el derecho de propiedad. En síntesis: el liberalismo como ninguna otra fuerza política, tiene el compromiso intrínseco de difundir los principios que profesa, sin ejercer ningún tipo de fuerza sobre las personas, ni censura, ni coacción, ni dominación de ninguna clase. Solo dispone de la razón y la expresión hablada o escrita, además de los hechos de valor, para convencer.
Es obvio entonces que el liberalismo se encuentre en ocasiones, como ésta, en "inferioridad de recursos" frente al poder, cuando éste último es ejercido por personas con pensamientos carentes de principios que exalten el respeto por el individuo, personas que no dudan en hacer uso de la fuerza para imponer sus ideas como planes de ingeniería social, llámese socialistas, comunistas, fascistas, y estatistas en general. Echan mano a todo tipo de recursos "dados", como dineros públicos, coacción económica o política, el uso de la fuerza explícita y la dominación mediante cajas o coimas, el mercantilismo, monopolios estatales, o esa moderna práctica de entorpecer los mercados condicionándolos desde el Estado, hasta el quiebre de las empresas, las que luego mediante testaferros o grupos afines, se ufanan de "recuperar" para la sociedad, o para los trabajadores, siendo obviamente otro avance del poder por sobre la propiedad privada, es decir por sobre las empresas y el mercado. Y no se trata solo de quienes ejercen el poder, sino también de los autores intelectuales de los engendros estatistas, nacionalistas y populistas. Desde los intelectuales, hasta los "militantes" están convencidos de que cambiarán el país, se creen pequeños dioses "hacedores" del poder público -saqueadores de lo privado-; el poder del Estado es su única ambición no solo para ejercerlo sino como en el caso de los intelectuales de izquierda, para influír en los ejecutores. Se creen superiores a los individuos o personas comunes, convencidos de que necesitan ser salvados, dado que no alcanzan a "ver" lo que ellos sí; a partir de entonces cualquier medio será justificado para llegar a sus fines de crear el mítico "hombre nuevo", o una "sociedad justa" -sueñan-; una "sociedad igualitaria" -pregonan-, una "nueva raza humana", o una "nueva nación". Y en esa batalla declaman exaltados un absurdo "amor hacia la humanidad", que para ser creíble necesitan contrastar con enemigos, observan en el "poder económico" otro tipo de poder que ellos no entienden, un poder que se les opone: el poder del Libre Mercado, por lo tanto decretan como enemigas a las empresas y a los empresarios, además de cualquier persona que se muestre con pensamiento independiente, porque un pensamiento libre atenta naturalmente contra ideología del poder omnímodo que ellos buscan.
Quedó claro entonces que el liberalismo no echa mano al uso de la fuerza, su respeto incondicional al ser humano incluye respetar la vida, libertad, propiedad y el derecho a la búsqueda de la felicidad. Su convicción está en reconocer al ser humano tal cual es, así como reconocer la realidad sin anteojeras, y propender a influir en ella mediante la razón, donde cada uno sea lo que entienda que deba ser, y nunca lo que imponga un burócrata de turno. Libertad con responsabilidad, sin afectar al otro: La ética de la Libertad. La moral de la vida: la vida humana como un fin en si mismo, no un medio para los fines de ningún poder.
El poder genuino reside en el individuo: para ejercerlo necesita libertad. Su ecosistema es el intercambio con otros seres, y para ello está el Libre Mercado. Necesita subsistir y tener bienestar y felicidad, y para eso está el Capitalismo. El poder otorgado al Estado mediante la elección de representantes, regulados por la Constitución de una República liberal, es para la protección del ciudadano, sin embargo se vuelve el peor de los enemigos cuando se expande sin control.
La realidad existe
El liberal se obliga a sí mismo a reconocer la realidad: El peligro del poder del Estado existe y es permanente; limitar al poder es una necesidad, la única herramienta comprobada para limitar al poder ha sido mediante la vigilia constante del ciudadano, consciente de la necesidad del respeto a la Constitución para propender a un Gobierno de la Ley. En tal sentido, el monstruo de las democracias populistas que experimentan ciertos países en la última década, no respeta las Constituciones, las ha modificado a su antojo, diluye la separación de poderes signada por la república y parece no sucumbir más que con el desgaste de la realidad, con el paso del tiempo. Ni siquiera los organismos internacionales defensores de las "democracias" han servido para detenerlo. Mientras tanto, la lucha mediante la razón y los recursos que ayuden a convencer a los ciudadanos acerca del valor de la libertad parece ser la única forma de aflojarle las piernas al monstruo populista, para restarle poder hasta voltearlo. Y una vez en el suelo sujetarlo con miles de estacas para que no vuelva a devorar el futuro de los individuos. El aprendizaje es más fuerte que la educación, cuando un pueblo aprende de sus errores tendrá futuro. Deberá nacer entonces un nuevo tipo de República, con garantías constitucionales basadas en la experiencia, para evitar ese monstruo demócrata-populista. Nunca más tanto poder al Estado, nunca más una democracia populista con potenciales fraudes electorales, nunca más la intervención arbitraria del gobierno en la economía, nunca más una Corte "de lujo" controlada por el Ejecutivo, nunca más la "democratización de la justicia" para intimidar a los jueces, nunca más una "ley de medios" para dividir y coaccionar, nunca más una sentencia de "ir por todo", nunca más el odio y la revancha de unos pocos manipulando por décadas la realidad y el futuro de millones de personas.
Mario Trila / @MarioTrila
Razón Vs. Poder