El ambiente político se encuentra enrarecido, es que al parecer algo no huele tan bien como lo hacía poco tiempo atrás. Algunos empiezan a ver como sus cuotas de poder que sentían imperdibles, se desmembran cada vez con mayor velocidad. Y eso los pone en un estado de alerta, en una excitación que los lleva a actuar cuasi como un ser antisocial. Sus niveles de agresividad no solo se transforman en constantes sino que crecen ante cada situación, que estiman, que pone en riesgo su continuidad. Descartada la función central que poseen en los cargos para los cuales fueron designados, hoy solo piensan en cómo mantener su espacio en miras a las próximas renovaciones políticas, pero como buenos tergiversadores de la realidad, todo esto no es ejecutado por ellos sino por sus adversarios políticos. Y en un momento determinado se acaba toda argumentación para rechazar o debatir proyectos o políticas, y ellos pasan a los agravios y descalificaciones personales. Y en un momento determinado, las normas y las reglamentaciones dejan de ser respetadas. Y, finalmente, en algún momento el respeto por las instituciones, también se esfuma. Pero, sorpresivamente, manejo mediático, el dedo acusador se erige contra la oposición, acusándolo de no querer debatir proyectos para mejorar la vida de la sociedad, de no observar las normas y no respetar a las instituciones. Esta acusación superflua no logra tener mayor trascendencia y es allí donde su incapacidad de gestión dialogal los lleva a usar su casi única forma de comunicación para expresar su miedo y su impotencia, que no es otro mensaje que uno cargado de cadenas de agravios y descalificaciones personales. Hasta aquí, quizás el texto parezca desordenado o desorientado, pero no lo es, sino que es la vivencia diaria de convivir con un sector que mayoritariamente supo creerse eterno y omnipotente, que hizo a gusto y placer lo que quiso sin importarle las manifestaciones de las adversarios políticos dado que estos últimos estaban en amplia minoría; y hoy se ve en caída libre, sin líderes y sin un discurso real y contundente que pueda poner mínimamente en jaque a la oposición. A la par, la oposición muestra que aun perteneciendo a espacios políticos muy diferentes, han logrado trazar una agenda de la realidad y de las necesidades de los vecinos, y al parecer han encontrado un núcleo férreo y difícil de penetrar, desde la diversidad de ideas. Para concluir, solo basta reflexionar, desde un ámbito el mensaje es una carga emotiva llena de agravios y descalificaciones personales; desde el otro, los argumentos (acertados o errados) que son vertidos con respeto y sin connotaciones personales. A pensar, quien es quien.
*Facebook: Mariano D Raineri - mar_rai@hotmail.com
