Para recortar y coleccionar: Fragmento Nº 5 :-)
El teatro es acción.
He aquí una frase con la que insistentemente me he criado a lo largo de los años teatrales.
- ¡El teatro es acción! Hay que terminar de una vez con ese teatro de mesas y sillas que ahuyenta al espectador! - , decía siempre Chacho Dragún combatiendo esa especie de desidia escénica que trasuntaban los espectáculos aburridos en los que todo consistía en personajes hablando y hablando unos con los otros sin hacer nada más que estar sentados alrededor de una mesa...
No sé si habrá sido ésa la causa por la cual siempre he buscado que el teatro se saliera de aquella monotonía, para darle más importancia a todo lo que sucedía en el escenario.
Y vaya uno a saber si ésa fue la razón o la consecuencia, pero el caso es que años más tarde, ya en mi adultez profesional, me topé con una organización internacional de teatro de la cual formé parte durante muchos años y a la cual estoy aún muy ligado por varias sustancias.
Ese contacto me obligó a conocer y palpitar eventos y festivales internacionales de teatro donde, en la mayoría de los casos, los espectáculos no eran hablados en nuestro idioma...
Cuando cuento esto, casi siempre hay alguien que me pregunta: - había subtítulos, como en el cine? ¿cómo hacías para entender lo que pasaba? -
La mayoría de las veces contábamos con un breve resumen en el programa de mano, en el que se nos explicaba a vuelo de pájaro en qué consistía la trama. Sin embargo, no era eso de gran ayuda a la hora de estar sentado en la platea durante una o dos horas viendo la función. Y pese a eso, más de varias veces salí de la sala con lágrimas en los ojos y las manos rojas de tanto aplaudir.
El teatro, por lo menos el que a mí me interesa, es aquel que puede resultar seductor y atractivo incluso para quien no conoce el idioma en que hablan los actores y las actrices en escena.
Lamentablemente más de una vez vamos al teatro a ver un espectáculo y al poco tiempo de haber empezado nos damos cuenta de que ya todo está dicho y que seguramente no vamos a sorprendernos por nada de lo que va a ocurrir. Son pocas las excepciones!
Es así como, a fuerza de carecer de mejores opciones, el público se conforma con lo que le ofrecen y va acostumbrándose a pensar que eso es todo y que otras posibilidades no existen.
¡Y después nos preguntamos a qué obedece la falta de público en las salas!
Lo peor del caso es que, con el paso del tiempo, ese acostumbramiento a la poca sustancia nos va adormeciendo el intelecto y los sentidos y vamos haciéndonos cada vez un poco menos exigentes y un poco más complacientes con lo que nos dan.
¡Y adiós con las pretensiones referidas en el Fragmento # 4!
Mientras tanto, en algún reducto pequeñito y escondido de alguna calle suburbana, un grupo de teatro independiente ofrece alguna maravilla en el interior de una salita en la que apenas caben veinte o treinta espectadores, y sobra lugar! Porque los cientos y miles de personas que pasan por la calle piensan (y aciertan) que lo que ocurre allí adentro está por encima de las capacidades de recepción de sus cerebros, adormecidos por la pobreza y falta de estímulos a que diariamente los somete la televisión.
Desde hace tiempo hago, de tanto en tanto, un trabajo simple: pongo en cero el volumen y observo un rato la pantalla. No deja de ser un interesante ejercicio para la imaginación. Y, muy posiblemente, al cabo del mismo podré llegar a alguna conclusión bastante acertada sobre las virtudes o defectos de la película que estuve viendo.
Muchas veces, después de presenciar una función de teatro, me pregunto cuánto me hubiera perdido si en lugar de estar sentado en la platea la hubiera escuchado por radio... Ésta es una herramienta que suele serme útil en el proceso de puesta en escena de una obra teatral.
Días atrás trabajé como jurado de un evento escolar en el que cada división de cada escuela debía hacer una representación teatral breve... Me entristeció lo que vi. Porque los chicos y chicas que participaron, llenos de alegría, con todas las ganas de divertirse, habiendo elegido al "teatro" como herramienta, y habiendo puesto lo mejor de sí para lograr el objetivo, evidentemente carecían de los elementos más básicos. Lo que allí mostraban descubría lo que para ellos era el teatro!...
Cómo decirles a esos chicos que, aunque la televisión no se las muestren, existen otras formas!
¡Yo lo sé! ¡Y muchos y muchas entre quienes lean esto también lo saben!...
Cómo olvidarse, y tan solo por citar un ejemplo, que una vez un hombre tuvo que ladrar para conseguir el puesto de perro del sereno!
Y que un simple y anónimo caminador incansable se atrevió a pedirle nada menos que a Saint Exupery que corrigiera su libro porque lo esencial SI es invisible a los ojos...
Pero claro: esto da pie para que a esos dos grandes amigos míos, Osvaldo Dragún y Alejandro Finzi, formidables columnas del teatro argentino que se atrevieron a pergeñar semejantes imágenes, podamos dedicarles sendos fragmentos en futuras entregas.