En la tarde número no se cuanto se perdía el sol en la canchita del barrio, un arco de postes y travesaño de caña, daban hacia la calle Salmini. Unos matorrales altos frenaban cualquier zapatazo mal calculado, alguien protestaba cuando la pelota jugaba a escondidas y las decisiones de búsqueda estaban entre la responsabilidad del arquero o el que pateo con los cordones desatados y junto con la pelota voló la zapatilla.
El otro arco que por ahí tenía de diferencia una caña más enderezada, no tenia de red pastos altos ni matorrales, sino algo más divertido y peligroso. El pasto de ese lado estaba gastado ya que era la entrada al "estadio". Casualmente daba a una medianera de la casa de Don Parodi y por si fuera poco seguía a eso un alambrado, que protegía a un montón de gallinas ponedoras. Muy blancas ellas.
Cuando atacábamos para el arco de la Salmini nos cuidábamos un poco, era muy fastidioso rasparse entre los matorrales, pero cuando jugábamos hacia el otro arco, los pelotazos quedaban marcados en la pared y la pelota rebotaba y volvía, no había que ir a buscarla. En el peor de los casos y sucedió varias veces, unas gallinas dejaban un par de plumas al revoleo con un griterío alcahuete que nos hacía apurar a saltar el alambrado en un acto maratonista. Se ve que ese día nos pusimos las "Flechas" al revés y las gallinas jetonearon varias veces. En uno de esos momentos de chanfle desviado, la pelota tomo vuelo alto, las gallinas la copiaron en la acción. Mi pelota de gajos alargados con los colores de San Lorenzo aterrizó como meteorito en el gallinero. Nos miramos, dudamos en quien sería el astronauta salvador de la búsqueda, si el arquero que no supo atajar, si el de la zapatilla cambiada o si el que perdía en el piedra, papel o tijera…nadie se quería jugar. Por el otro lado del alambrado, a paso lento y de musculosa sin mangas blancas, emergió por entre las tiniebla Don Parodi. Caminó lento, levantando las piernas para no pisar gallinas, separo a medias patadas a las mas lerdas, tomó la pelota, mi pelota de San Lorenzo, la puso bajo su brazo izquierdo y como si fuera un aprendiz de Rambo, acertó un certero cuchillazo entre los colores rojo y azul.
Y ahí volvió mi pelota por el aire de la tarde, haciendo el mismo recorrido que hizo al irse. Así como cayó cerca del área, nos ensucio las canillas ya sucias en su polvareda,
Mi pelota no volvió a picar, no volvió a elevarse, para mí que sangraba aire por su herida. La tomé, traté de darle su forma redonda, la volví a tirar con la esperanza de su vuelta al pique justo
La pelota de fútbol en el potrero tiene vida distinta al resto, pueden faltar jugadores, los arcos se pueden inventar, las áreas se pueden imaginar en el juego, pero la pelota es la libertad absoluta, la única parte femenina del juego, es a la única "mujer" que se le permite participar de la diversión, es dialogo amistoso en cada pase y de todos mis juegos es la única que descanso a los pies de mi cama. A muchos de mi generación la pelota de fútbol nos vio crecer, nos enseño un juego diferente, nos acompaño en las tardes aburridas y fue nexo para conseguir amigos a diario.
Emprendimos la vuelta por el camino de la medianera, la tarde era temprana aun, Don Parodi volvió a su siesta tardecera y mis amigos y yo al lamento de quedarnos sin la amiga de todas las tardes. Ese día la lleve a la pieza para al otro día llevarla a curaciones. No recuerdo su final, la pelota de fútbol de potrero pasó por nuestra vida de juegos a la par de mis amigos y su final es siempre incierto. Rara situación solamente lograda por personas que dejan huella en nuestras vidas, sabemos de su vida y olvidamos su partida…
HASTA LA PROXIMA
NESTOR OSCAR BUERI
Coordinador de grupos
Psicólogo Social
Charlas y conferencias
nestorb_ps@hotmail.com
