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» Este artículo corresponde a la Edición del domingo, 12/oct/2014 de La Auténtica Defensa.

Fútbol Infantil:
De mandarinas a la canchita del barrio
Por Nestor Oscar Bueri




Que te mudes de casa en edad infantil marca ciertas diferencias reemplazables o no y que lo mejor de las despedidas son los reencuentros.Mientras me alejaba de la cuadra bien temprano esa mañana, sabia que mis amigos estaban durmiendo. Me preocupaba saber que el "tanito" quizás me vaya a buscar para jugar a la pelota en la calle y yo no iba a estar. Los arboles que oficiaban de arcos en la vereda de don Domingo Pan, el portón del "gringo" Facca, la esquina donde cazábamos mariposas en primavera, de a poco iban quedando atrás. La vereda de baldosas, la calle de tantos raspones, la librería de "Kelo" donde compraba las figuritas, el almacén de Cordero de tantos mandados con la bolsa del pan, mi tía Carmina, mi tío Lalo, todo iba pasando como una película.

A esa edad me preocupaba más el juego y la pelota como principal. Barrio nuevo, casa nueva, calles nuevas, escuela nueva…amigos nuevos.

Pero nada se reemplaza sino que se agregan. Las calles eran de tierra así que se tornaba difícil jugar a la pelota, enfrente las casas no tenia arboles, ni siquiera tenían gente adentro. Se me complico la vida pensé. Hasta que los amigos empezaron a fluir de a poco y todos con la misma situación. Recorrimos las manzanas y entre arboles de mandarinas y arbustos se divisaba una extensión apenas plana, con un pozo esquinero y rodeada de yuyos. Eso iba a ser nuestro primer estadio de futbol. Iba a ser nuestro salón de juegos diario. Con el filo de las "Flechas" marcamos las líneas, cortamos una cañas cercanas, alguien trajo una pelota cualquiera y a jugar.

De a poco el grupo se fue agrandando y era necesario agrandar la cancha. Así que primero cortamos los matorrales. Detrás de los arcos ya era imposible ir a buscar la pelota cuando alguien se quería hacer el "Beto" Alonso y se le torcía el chanfle. Después la torcimos de lugar y era de calle a calle, casi profesional, a no ser por esos arcos de troncos torcidos principalmente un travesaño mal cortado. Con el tiempo y más amigos la canchita iba cobrando vida con sus estrenados arcos de caño. Y así pasaba la infancia, en esa extensa pradera corta de tierra llamada potrero para el resto, "la canchita" para los amigos. La canchita era el lugar de hacer amigo diarios, era tan mágica y atrevida que era capaz de cambiar los nombres, Sergio, Raul, Ruben, Nestor, pasaron a ser el Ratón, el Tano, el Mono, el Tapón, el Tito, el Lucho, el Tucu, el Micki, el Chino. Era el lugar donde la amistad se acrecentaba después de casa discusión, donde elegías con quien estar y compartir el juego más divertido de todos. Antes era la quinta "Vibú" después fue nuestro barrio, nuestra canchita. Al pasar los años, en un invierno frio a media tarde, camine las tres cuadras con mis manos en los bolsillos del jogging. Me pare llegando al cordón, desde ahí divisaba los arcos de caños despintados, el poco pasto en el medio y algunos altos sobre el lateral. Y también vi ladrillos apilados a un costado, arena, piedras…la canchita estaba muriendo. No estaban mis amigos, ni sus gritos ni sus festejos y el viento frío hacia rodar algunas hojas desubicadas. Sentí que era el final, entonces baje la cabeza, le di la espalda y me aleje. Ese fue el último día y no sé qué día fue. Jamás la volví a ver. La canchita que nos dio vida y juegos, que soportó nuestra infancia divertida quedo enterrada entre portones lujosos y paredes brillantes. Dicen que lo mejor de las despedidas son los reencuentros, pero nadie me dice que tiene de bueno cuando sabes que no habrá reencuentro.

HASTA LA PROXIMA

NESTOR OSCAR BUERI

Psicólogo Social

nestorb_ps@hotmail.com


 
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