Estas líneas que hoy escribo son hijas de una de esas tragedias "con suerte", según la jerga popular. El incendio que sorprendiera a nuestra vecindad la semana pasada, con distinto impacto tanto psicológico como material para las personas que de algún modo lo sufrimos, es una invitación a reflexionar sobre muchas cuestiones, incluso la valoración de la vida misma, que en ocasiones normales solemos postergar. "Con suerte" refiere a que no tuvimos que lamentar víctimas humanas, aunque sí daños materiales. Plenamente consciente de que los daños materiales pasan a un segundísimo plano en estos episodios extraordinarios, quiero expresar, aún así, mi sentida solidaridad y muestra de cariño a mis vecinos y vecinas (algunos amigos) cuyas pérdidas fueron más importantes que las de nuestro departamento.
En cuanto a mi situación personal, deseo contar que haber permanecido tantos minutos "atrapada" en mi balcón, encerrada por el humo tóxico y la nula visibilidad, fue un momento tan dramático como tenso, pero ya estoy bien y recuperando la rutina paulatinamente. Y de la mano con la recuperación de la rutina va la profundización en las reflexiones sobre las maneras de abordar estos episodios: cómo desenvolverse y fundamentalmente las responsabilidades para poder evitarlos. Sobre algunas preguntas encontramos respuestas y sobre otras no. Reconozco las deudas que tenemos los seres humanos con nuestras conductas preventivas y responsables, pero también presiento que las instituciones, tanto privadas como públicas, con responsabilidades y/o obligaciones de contralor, no siempre cumplen con su deber. De ese mundo debemos rescatar a una institución cuyos integrantes se elevan a la categoría de héroes, salvaguardando su honor: LOS BOMBEROS VOLUNTARIOS.
Entidad sin fines de lucro, compuesta por personas tan especiales como para dedicar, ad honorem, parte de sus días a la tarea de ayudar a los demás con una abnegación admirable.
Sin buscarlo se convirtieron en mis amigos. En la desesperación los abracé con la empatía instantánea que solo ellos saben generar. A Jonathan Craviotto que subió hasta mi balcón y me cedió su máscara de oxígeno para que pudiera respirar quedando él mismo intoxicado. A Marcos López por su trabajo en los pasillos y a Hernán Dappiano que subió las escaleras más de una vez para la tarea de rescate. Con ganas de olvidarme de ninguno y reconociendo que el equipo de trabajo está compuesto por muchas más personas, vaya en la figura de ellos tres mi eterno agradecimiento a los bomberos voluntarios de Campana. Vaya también un abrazo tan grande como su abnegación y su vocación de ayuda.
María Celia Cairo - "Magui"
DNI 28.387.502
Imagen ilustrativa, de archivo.