Vaya que los concejales hemos cerrado el año con todo. La última sesión del HCD seguramente quedará en la memoria de todos los vecinos de la Ciudad, porque fue una jornada de intenso debate, proyectos polémicos y resoluciones que levantaron mucha polvareda política y mediática.
Como ustedes saben, finalmente el proyecto que dejaba firme la cesión de los terrenos del Puerto de Frutos a la empresa Tenaris, a cambio del título de propiedad del Estadio de Villa Dálmine para la Municipalidad, fue rechazado. El jueves por la tarde, pocos preveían que esto podía llegar a suceder, ya que se confiaba en la sensatez de los legisladores para dar por concluido un tema de por si gastado y cuya solución beneficiaría no solamente a toda la parcialidad violeta, sino también a la Ciudad entera. Sin embargo, lamento afirmar que primaron los intereses partidarios por sobre el bien público, como estamos malacostumbrados a que pase en nuestro país.
Mi voto, como lo venía expresando en los últimos tiempos, fue positivo: acompañé el canje de terrenos. "Cazador, en la columna pasada habló bien de la Intendente y en la semana votó a favor de uno de los proyectos clave del oficialismo. ¿Usted se dio vuelta?", se estarán preguntando. La respuesta es NO: mi bando sigue siendo el de los vecinos de la Ciudad, como bien lo establece el nombre de nuestro partido, PRIMERO CAMPANA. Yo voto a favor o en contra de algo teniendo bien en claro esta premisa de acción, no interesa de qué color político sea la tinta que firma X ordenanza.
Sin embargo, sería hipócrita de mi parte no señalar que la Municipalidad no se manejó como lo debería haber hecho -de nuevo-. Ojo, tampoco la empresa hizo lo que tenía que hacer. A nadie se le escapaba que un trato de estas características tenía tarde o temprano que ser aprobado por los representantes del Pueblo en el HCD. Y aun así tiraron la pelota para adelante, sabiendo que no sería tarea fácil juntar los dos tercios necesarios, y también con la intención de hacer avanzar la cuestión de facto para que luego su aprobación fuese inevitable.
Pese a esta iniciativa, al final se tuvo que armar un proyecto y someterlo a la autoridad del HCD, en donde solo el bloque oficialista y yo votamos a favor de la medida.
¿Por qué mi voto fue positivo? Por diversos puntos. Antes que nada, considero que el Club Villa Dálmine merece tener la propiedad de los terrenos del estadio sobre Av. Mitre de una vez por todas. El lazo afectivo que me une al club de ninguna manera nubla mi convicción de que una asociación civil tan cara a los vecinos de la Ciudad, con la influencia que ejerce sobre ella, necesita ser salvaguardada y promovida por el Estado municipal.
La aparición de un trato así, en el que tierras en desuso pueden ser canjeadas mano a mano por uno de los puntos neurálgicos de Campana, me parece muy beneficioso. Es más: yo proponía la cesión de la propiedad del estadio directamente al Club, y no que sea entregado a comodato. Finalmente, el proyecto se presentó así -estableciendo la transferencia por 30 años- y de todas formas lo apoyé.
Lo apoyé también, por otra parte, porque Tenaris ha hecho pública su intención de realizar importantes inversiones en los terrenos de los que ya ha tomado posesión efectiva. Esto generará muchos nuevos puestos de trabajo para los vecinos de Campana, tanto en la construcción como en la operación de las instalaciones por levantarse. Un argumento más para poner el beneficio que redunda para la comunidad por encima de consideraciones circunstanciales o de forma.
Con esto, insisto, no quiero defender ni al gobierno ni a la empresa. Tampoco es mi intención dejar en evidencia a mis compañeros legisladores que decidieron no prestar su voto para sancionar el traspaso. Uno de ellos fue el Presidente de mi bloque, Jorge Gozo, y me consta que lo ha hecho por razones más que justificadas. Cada uno tiene su propia opinión, sabe desde su óptica lo que es mejor y tiene el derecho de actuar en consecuencia.
Lo que si me apena, por el Club y por toda la comunidad, es ver a determinados políticos intentando sacar algún tipo de redito político en donde lo único que hay en juego es el futuro de Dálmine. Porque, esos si -y me consta- no tienen ningún otro tipo de justificación.
Una vez fui técnico de Dálmine. Hace mucho tiempo. En una época en donde podía ir más seguido a la cancha, como hincha, como vecino ilusionado en que algún día esa tierra sería al fin violeta en los papeles. Quiero decirles, amigos, que ese momento, después de tanto recorrido, está solo a un paso. El jueves no pudimos darlo. Pero quédense tranquilos porque juntos vamos a lograrlo.
Un fuerte abrazo a todos,
Carlos Cazador
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