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domingo, 25/may/2025 - 01:15
 
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» Este artículo corresponde a la Edición del domingo, 18/ene/2015 de La Auténtica Defensa.

Fútbol Infantil:
Si algo se pierde, todo se transforma
Por Nestor Oscar Bueri




Ayer lo vi pasar a Dieguito, iba en una moto con uno de sus nuevos amigos. Me costó reconocerlo llevaba una gorrita tapada con una capucha de un buzo azul desteñido y casi choco por mirarlo dos veces. Sentado en el asiento de atrás, ni se bajó para hablar con otros chicos que recostados en un macetero céntrico, fumaban sin convidar y una botella de vidrios oscuros pasaba de mano en mano hasta la última espuma ya tibia.

A Dieguito lo conocí de niño jugando a la pelota para el club del barrio cerquita de su casa. Siempre serio y un poco introvertido en la charla, era común para él concurrir a las prácticas después de hacer los deberes. La escuela era primordial y anterior a todo divertimento, no había negociación posible ni un gesto de dejarla para después, primero la escuela. Y así era como Dieguito se divertía en el club y las notas de su boletín eran la serenidad y tranquilidad de su madre que tanto se esforzaba para su educación e inserción social.

"Diegui" no solo avanzaba con sus notas escolares también estaba creciendo como jugador, era esperado por sus compañeros en el vestuario, sabían que si Dieguito faltaba era muy difícil su reemplazo, pero Diego no faltaba, su equipo eran sus amigos y si tenía que estudiar veinte horas seguidas para estar, eso no era escollo. En su puesto de medio campo era el mejor en la liga local y su cinta de capitán no tenía otro dueño más que Diego

Y así como avanzaba con su educación, también daba grandes pasos en el futbol. Un día lo llevaron a probar a un equipo grande de Primera División. No le costó mucho quedar, una sola práctica para demostrar sus enormes condiciones y futuro. Eso sí, el esfuerzo de su madre debía multiplicarse, llevarlo, esperarlo a veces, gastos de una combi otras, pero no debía abandonar la escuela. Diego ponía su inteligencia y mente abierta a pleno, se hacía tiempo para sus prácticas, sus viajes, sus amigos y sus estudios. El desarraigo de dejar su ciudad y parte del tiempo compartido era grande pero nadie le dijo que era fácil solo que valía la pena. Subió escaleras en divisiones inferiores hasta que la competencia feroz del entorno adulto y como si fuera un juego de bochas, la lisa se cambió por la rayada y Diego quedo afuera. Nadie se acordó de despedirlo, nadie le dio una explicación, su nombre apareció en una lista y nadie lo extrañó. Hoy Diego ya no juega al futbol, la secundaria aparece allá lejos y las materias duermen en una mochila empolvada de recuerdo. Hoy nadie conoce a sus amigos de ausencias tardías, de silencios con sonrisas de costado y miradas en clave. Hoy su madre llora en la garua de la tarde y perdió su lucha por puesta de espalda. Dieguito vivió un nuevo desarraigo, la gente "que sabe de futbol" no sabe de contención cercana, de empatía amplia, no sabe de abrazos merecidos ni de palabras alentadoras en la despedida. De cien chicos en inferiores solo tres o cuatro llegan a primera, el resto deambula entre la pérdida de valores o retomar por el camino lateral. Ayer lo vi a Dieguito con sus amigos nuevos y un futuro sin aviso se frota las manos y lo palmea por la espalda…

HASTA LA PROXIMA

NESTOR OSCAR BUERI

Coordinador de grupos

Psicólogo Social

Charlas y conferencias

nestorb_ps@hotmail.com


 
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