De cara a un nuevo año electoral - y quizás también algo golpeados por la reveladora carta redactada por los "Vecinos Insulares y Continentales congregados por un Nuevo Delta" (VICCND) - nuestros políticos parecen recordar que tenemos un delta susceptible de recibir política pública. Así nos vamos enterando de reuniones, visitas al territorio, cartas leídas y nuevas promesas de hacer. Enhorabuena, esperemos que alguna llegue a concretarse antes que terminen los comicios.
Por lo pronto, ninguna de las acusaciones por desidia actual e histórica que emanaron de la mencionada carta y que fuimos repasando en esta columna fue retrucada públicamente. Sin más, quien calla otorga. Ya nos sumergimos en las necesidades básicas insatisfechas ligadas al transporte y a la salud, al acceso a los servicios elementales (agua, luz, etc.) y por ende a la calidad de ciudadanía que unos u otros podemos ostentar por estar más acá del río.
Pero quizás todavía no redundamos en un aspecto esencial que seguirá marcando el paso de esta columna: el bien común que conforma nuestro patrimonio cultural isleño. Y es que en esta parte del delta todavía resiste una identidad isleña, forjada en el monte al pálpito del machete y bañada por la fuente inagotable del Paraná. Mestizaje de gringos escapando del hambre, de litoraleños detrás de sus hachas y del linaje guaraní inmerso en lo más profundo del barro e impregnándolo todo, hasta a aquellos que llegamos a las islas de las formas más variadas e insólitas.
Retomemos un último pasaje de la carta redactada por las y los VICCND: "Desde tierra firme, aparte de hileras de árboles y vacas, la única salida posible para el sector parece la industria del turismo. Generar un ambiente propicio para quien se quiere escapar de la capital y entrar a un mundo "salvaje y desolado", invirtiendo tan solo en cartelería donde figuran espacios, como el Recreo Blondeau, que pronto serán ruinas si no se trabaja seriamente en esta alternativa productiva, posiblemente tanto o más devastadora para la cultura isleña que la actividad forestal intensiva. Recordar que nuestro delta no es color rosado, sino marrón."
El centenario Recreo Blondeau, situado en el corazón del delta allí donde confluyen el canal Alem y el río Carabelas, donde ofició la primera escuela de isla, más tarde mítico salón de fiestas y en 2008 declarado "Patrimonio Histórico Municipal"; almacén de ramos generales y a la fecha punto de encuentro de isleñas e isleños desde Entre Ríos al Tigre… hoy tiene colgado un cartel de venta que se ahorca en un grito sordo de auxilio desde la última gran creciente, sin el menor reconocimiento al esfuerzo de una persona que mantiene intacto este espacio hace más de cincuenta años. Después del derrumbe de la Casa de los Costa, no hay postal más abrumadora del Estado de laissez faire respecto a nuestro patrimonio cultural. "Dejen hacer, dejen pasar, el río va solo".
Al ritmo de mi guitarra
un verso quiero entonar
pá que sepan lo que siento
cuando me pongo a cantar.
.
Voy a empezar con mi pago
al que nunca he de olvidar.
Porque allí, fue donde me crié
con aroma puro de madreselvas
la flor del ceibo y el burucuyá.
Con álamos alrededor del rancho
con sauzales a la orilla del canal.
.
Canal de mi pago donde siempre
me fui a bañar
escuchando cantar al boyero
mirando al hornero su casita labrar
para poderse en el barro abrigar.
.
Y si me pongo paisano
a seguir elogiando mi pago
no terminaría jamás.
Porque no me olvido de la nutria
y el carpincho
en el espeso camalotal.
.
A mi querido Canal Alem,
Brazo hermano del Paraná
A vos evoco mi canto,
Pago de LIBERTAD.
Fabián Melgar, desde el Canal Alem.