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» Este artículo corresponde a la Edición del domingo, 12/feb/2017 de La Auténtica Defensa.

Ricardo Marchese: Dinastía de herreros






A pedido: en el country Sofitel, realizó una puerta inspirada en las del arquitecto Virginio Colombo, con el clásico nautilus.

Es tercera generación de herreros, e incluso perfeccionó su técnica en Europa. El Salón Blanco del Honorable Concejo Deliberante y la Farmacia Fernández en Campana, y el Teatro Colón y la Línea A del subte en CABA saben de su arte.

Bermudas, zapatillas, cintas en colores en la muñeca derecha, pelo largo con colita. Ricardo Marchese tiene 76 años, pero no los aparenta. La entrevista tiene lugar en su taller de herrería de la calle Matheu al 1000. Más precisamente, en su pequeña y ecléctica cocina – oficina, donde está todo prolijamente ordenado y al alcance de la mano: la computadora, la heladera, un modular donde asoman las bebidas para los amigos, adornos y detalles aquí y allá. Una mesita rústica es escritorio y mesa, según necesidad.

Todo parece estar archivado y etiquetado en su correspondiente carpeta o cajón: Proyectos, Facturas, Cotizaciones, Clientes, Planos, Proveedores… hasta las recetas. "Soy muy buen cocinero, me encanta cocinar", aclara, mientras leemos uno de las frases pegadas sobre el termotanque: "Il canni mangi soli".

Marchese hace casi medio siglo que se radicó en Campana. Pero nació en Estación La Luisa, Partido de Capitán Sarmiento, en la estancia "El Paraíso". "Mi viejo –relata- fue contratado por su dueño, el Premio Nobel de la Paz y bisnieto de Cornelio Saavedra, Carlos Saavedra Lamas, para realizar unos trabajos en la estancia. Si vas hasta allá, podés ver los portones y las rejas que hizo mi viejo, por ejemplo, frente a la estación de trenes. Bueno, ahí nací yo, pero estuve poco tiempo, de bebé. Siempre fue un bicho de ciudad, y nunca tuve animales, más allá de perros. Pero ahora, de grande, me di cuenta por qué me gustan las gallinas y el olor a bosta".

Nieto e hijo de herreros, su primer contacto con los metales fue a los 10 años. "Era verano, yo estaba de vacaciones, y mi viejo me llevó a su taller. Era cascarrabias y exigente. ¡Ese era un herrero! Todavía hoy, cuando tengo un laburo complicado, me digo: Viejo, por qué no estás aquí".

Su colita en el cabello y ese aspecto casual, habla también de cierto espíritu rebelde que le nació tempranamente: "A los 12 lo enfrenté. Vivíamos en Mar del Plata. Fui al colegio industrial, pero en la especialidad Electrónica. Todavía tengo una radio a galena que hice en aquella época. Todavía anda. Pero la rebeldía me duró poco: llevo la fragua en las venas".

Cada tanto, Marchese publica una singular publicidad en nuestro diario y así llegamos hasta él: gracias al Photoshop y a la creatividad de la agencia "La Ventana" lo podemos ver vestido como Thor, el mitológico dios nórdico, donde ofrece sus servicios de herrería de obra, portones automatizados, rejas… lo convencional y para lo que está sobre calificado. "Lo mío es la herrería artística tradicional, y me apasiona la restauración. Al lado de mi viejo, quien nació en 1894 y laburó junto a mi abuelo, me fui adquiriendo las técnicas tradicionales del hierro forjado, la herrería artística, la elaboración de metales no ferrosos, y la práctica de la restauración de las viejas y elaboradas verjas marplatenses".

Además de su formación práctica al lado de su padre, del basto currículum de Marchese elegimos mencionar su beca en Venecia y Florencia para el curso de Restaurador en Metales o sus estudios terciarios en Restauración en Patrimonio Arquitectónico. Pero sin dudas, se hace difícil elegir qué mencionar sobre su trabajo: sólo para el Centro Cultural del Bicentenario (ex Kirchner) restauró 583 artefactos de iluminación de bronce, la cúpula vidriada del vitraux, los herrajes de las aberturas, y los ascensores originales. En el Teatro Colón, también restauró artefactos de bronce, aberturas de madera y realizó réplicas de herrajes de bronce. En Casa Rosada, las mansardas interiores de cobre saben de su sabia mano. La lista es interminable: Línea A de subtes de CABA, el Palacio de Tribunales de CABA, o incluso la Catedral de La Plata tienen la firma de Marchese.

Y si de Campana se trata, podemos señalar la marquesina y las dos farolas que presiden la puerta de la Farmacia Fernandez, o la restauración de la araña del Salón Blanco del Concejo Deliberante. "A esa araña –cuenta- incluso le faltaba uno de los vidrios tallados. Mandé a doblar el vidrio, porque es curvo y a tallar. Hay que mirar muy bien para darse cuenta cuál no es el original".

El ecléctico Marchese combina sus tiempos entre la herrería, la cocina, la política, algo de Tai Chi y últimamente el aqua gym. Sigue en actividad, y parece que la dinastía terminará en él: "Tengo dos hijos varones: uno profesor de tenis, y el otro técnico en computación. Les va bien. No agarraron los fierros, pero quedáte tranquilo que saben", dice y nos hace probar una porción de su exquisita fainá.


Ricardo Marchese


Hijo y nieto de herreros: “Lo mío es la herrería artística tradicional, y me apasiona la restauración"

 
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