A poco de cumplirse un año de la última gran creciente -azuzados aún por el nivel de las aguas cada vez que sopla del sudeste, hay marea en el Río de la Plata o abren las compuertas de las represas río arriba- y todavía intentando comprender la acción-reacción de este fenómeno tan complejo que es la crecida, las vecinas y vecinos isleños aún sostienen un reclamo histórico: el dragado de los ríos, arroyos y canales.
Dragar un curso de agua es lo más parecido a un by-pass en el cuerpo humano y se trata justamente de desbloquear las arterias de este gran pulmón que es nuestro delta. Para situarnos en el tiempo, el último dragado de la zona data de los años ochenta.
Cualquiera que transite estas aguas cotidianamente sabe la curva que hay que pegar al ingresar por el canal Alem o el río Carabelas desde sus hermanos mayores -el Paraná de las Palmas y el Paraná Guazú respectivamente- dado que la lógica de la línea recta, en este caso, equivaldría lisa y llanamente a quedarse encallado. Y es que la draga no solo implicaría un mejor drenaje de las aguas ante el perpetuo temor de la creciente, sino principalmente la garantía de paso cuando el agua está baja por demás. Nuestros niños y niñas -que aún cuentan con el servicio de lancha como transporte escolar- a la fecha pierden casi la mitad del período lectivo entre mal tiempo, neblina y agua baja. Esta última variable, con un buen dragado, sería por lo menos evitable.
Además de los bancos de barro y arena que impiden el paso, existe el problema constante de troncos clavados en los lugares de siempre que -similar a un bache en continente- parece inconcebible que ya sepamos de antemano donde se encuentran para esquivarlos. Ni hablar de la cantidad de residuos de la industria forestal que suben y bajan mansamente por los afluentes del Paraná requiriendo cualquier navegante de un quinto sentido para surcar las aguas y no morir en el intento.
Para el 2016 el dragado del Canal Alem era una certeza que nuestro municipio comunicaba abiertamente. Al año de estar con el agua al cuello no solo no llegó draga alguna sino que tampoco se trabajó en un plan de contingencia ante un nuevo desastre "natural". Por ejemplo, seguimos sin un centro de evacuados o una lancha para atender emergencias. La suerte quedará nuevamente echada a una esporádica reacción caritativa cuando envíen algún cargamento de agua y fideos desde La Plata. Esperemos que la cercanía de los comicios electorales del 2017 apure este pedido y espabile a nuestros funcionarios antes que el agua, otra vez, nos gane de mano.