Hace algunos días estuvimos junto a militantes de Primero Campana recorriendo el barrio Santa Florentina. En sus calles las cloacas habían rebalsado y, además del mal olor, amenazaban a los vecinos con el contagio de peligrosas enfermedades, en especial para los niños que aún tienen en formación su sistema inmunológico.
Al caminar esas calles por las que tantas veces he ido y venido, y al ver también la acción de nuestros militantes vecinalistas, empecé a pensar en el lazo que nos une a la comunidad, a los vecinos y a Campana. Porque uno, a esta altura del partido, ya lo da por natural, como una relación que siempre estuvo ahí, fuerte, incorrompible: un compromiso con historia, forjado en base a ilusiones de futuro.
Ese porvenir, que no es otra cosa que la ciudad que todos soñamos, está lejos. Es hora de reconocerlo. Y, por qué no, también de cuestionarnos, porque nosotros hemos sido parte de la puesta en escena de la política local, que ha quedado en deuda con los vecinos, sus únicos beneficiarios por derecho. Cada vez que pongo un pie en el Lubo, en el San Felipe, en San Cayetano, Ariel del Plata, Las Acacias, Las Praderas, Otamendi, el bajo céntrico; en fin, cada vez que visito una parte de Campana, veo con tristeza y no poca vergüenza que estamos fracasando. Que las soluciones que hemos prometido en campaña todos los partidos políticos no se hicieron realidad. Que los gobiernos le han dado la espalda a las necesidades más básicas de nuestra gente, como lo son la obra púbica, la salud y la seguridad.
Hay excepciones, por supuesto. Desde Primero Campana hemos logrado sacar adelante proyectos importantes que tuvieron su impacto. Desde el poder, el peronismo y ahora Cambiemos han encarado desafíos importantes, con éxito dispar pero demostrable. Sin embargo, no es suficiente, me digo mientras intercalo pisadas por aquí y allá.
Lo único que queda, entonces, es caer en la desesperanza o seguir aferrado a una idea. A un pensamiento acabado de lo que queremos para nuestra ciudad, para nosotros, para el hombre que vive al lado y la mujer de la esquina. Para la familia de hijos chicos que se construyen su casa a la vuelta. Por ellos, creo, debemos tomar nuestros principios, valores, conocimientos y ganas de contribuir, y con ellos participar o, al menos, acompañar a aquellos que los compartan, que los tengan como bandera. A los vecinos que salgan a tu encuentro.
Es fácil ponerse a charlar o hacerse el accesible en un acto público. Es sencillo salir a decir que encarás trámites o acciones judiciales por aquí y por allá, cuestiones que en la siguiente edición del diario o el noticiero se pierden en el olvido. Lo más complicado, para lo que se requiere honestidad de verdad, es para salir a la calle y caminar la ciudad, sabiendo que a pesar de todo lo andado estamos en deuda. Pero con la convicción de que no hemos bajado los brazos y de que el compromiso se renueva.
Un fuerte abrazo,
Carlos Cazador
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