Decir que los timbreos son una experiencia nueva para mi es faltar a la verdad. Como vecinalista, esta forma de hacer política la conozco muy bien. Desde hace años, junto a mis compañeros de Primero Campana, recorro cada calle de la ciudad: a veces ni siquiera llego a tocar el timbre, ya que los vecinos me esperan en la puerta de sus casas listos para contarme lo que les pasa, en un contacto cara a cara que genera una confianza difícil de alcanzar en otras situaciones.
La novedad en estas visitas que encaramos ahora es que debo presentarme como concejal de un nuevo partido, algo sorprendente para muchos porque siempre tuve puesta la misma camiseta, al menos desde que me alejé de la Unión Cívica Radical. Pero los motivos partidarios pueden cambiar pero siguen intactos los valores que me han conducido hasta acá: la honestidad, el trabajo y la coherencia.
Más allá de las críticas oportunistas a este traspaso de parte de la oposición, lo cierto es que hoy para el vecinalismo lo mejor que puede sucederle a la ciudad es la continuidad de la gestión de Abella. Por eso, en estas elecciones es clave darle nuestro voto de confianza. Las obras en los barrios y en el casco céntrico hablan por sí solas; la presencia policial en las calles nos hace imaginar un futuro de mayor tranquilidad. Esos siempre han sido los objetivos de Primero Campana, entonces sería oponerse por oponerse seguir mi camino en un bloque separado.
En esta campaña llevo ese mensaje a mis vecinos: que las soluciones que tanto esperaron y nunca llegaron están hoy al alcance de nuestras manos. El Municipio está comandado por gente capacitada pero que sobre todo tiene la voluntad de transformar nuestra ciudad, de ponerla en el lugar que se merece. El contexto no es fácil, después de muchos años de despilfarro y corrupción es necesario poner las cuentas en orden y eso puede conllevar decisiones dolorosas. Sin embargo, nada se crea sin esfuerzo y la nueva Argentina de la que tanto habla el presidente Macri ya parece querer ir asomando.
Nuestros vecinos percibieron el cambio. En estos dos años, puedo dar fe que las quejas y los reclamos se han modificado. Ahora, cuando alguien me llama y me pide que lo visite en su barrio, lo primero que suele decirme es "porque acá a la vuelta ya lo hicieron". Es decir, vio que el Municipio está trabajando y lo que quiere es llegue a la puerta de su casa. Antes, los reclamos connotaban desesperanza, eran pedidos casi implorando para que la gestión de turno se sacudiera la modorra e hiciera algo. De eso todos nos acordamos muy bien.
Los timbreos revelan estas cosas. Nos dicen que el cambio caló hondo. La cercanía con la gente imprime autenticidad a nuestras intenciones. En definitiva, no somos más que los instrumentos de la voluntad de nuestros vecinos. El resultado de las elecciones no hace sino demostrar, a veces de manera brutal, quién es una herramienta útil y quién obstáculo a superar.
Un fuerte abrazo,
Carlos Cazador
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