En un trabajo presentado junto a Oscar Serrano en el V Congreso de Historia de los Pueblos de la Provincia de Buenos Aires en Mar del Plata en 1996, nos animamos a afirmar que, sumida en las más oscuras sombras del pasado, una historia muy rica nos estaba esperando: la que hacía referencia al período histórico previo a la creación del pueblo, empresa concretada en 1875 por los hermanos Costa. Una época bastante despreciada por cierta visión modernista que pretendía que la historia de los pueblos comenzó con el ferrocarril o la designación de una autoridad local. Cientos de años que hunden sus raíces en el período colonial, y más aún si hablamos de los pobladores originarios, y atraviesan los momentos más álgidos de la historia nacional.
Mientras en otros pueblos vecinos la labor de los historiadores hacía tiempo que venía hurgando la etapa colonial, para el caso campanense los historiadores seguíamos abocados al desarrollo industrial y los distintos aspectos del desarrollo institucional del pueblo: la presencia de mano de obra esclava en la estancia, la reconstrucción de la sucesión de propietarios que conservan el tamaño del latifundio desde los primeros años del siglo XVIII hasta fines del siguiente, las actividades productivas desarrolladas, fueron entonces datos casi sorpresivos. En el contexto de la renovada historiografía de la región pampeana, solo un aporte regional, coherente con lo que otros especialistas estaban postulando para el período.
El hallazgo de la imagen de Nuestra Señora del Rosario en lo que alguna vez fuera llamado el "Rincón del Canchillo", en 2000, motivó toda una serie de interrogantes, consultas y conjeturas.
En primer lugar, la existencia del oratorio de Juan de Melo, alias "el Canchillo", al que nos referiremos en otra nota, no fue la única.
Bajo la advocación de San Luis Gonzaga, y administrada por quien fuera en ese momento el hijo del propietario, el presbítero Gerónimo Lómez, funcionó en la estancia un oratorio que administraba los sacramentos, posteriormente registrados en la Parroquia de San Antonio de Areco, cuyos archivos todavía atesoran valiosos testimonios, como los del bautismo en 1764 de "María Teresa, esclava de Pascual Martínez", o el de la negra "María Ignacia, esclava de la madre del Reverendo Ignacio Pérez", capellán del oratorio cuando la estancia es adquirida por Francisco Alvarez Campana.
La ubicación del mismo sería, sin duda, cercana al casco del establecimiento, alejado unas cinco leguas del Paraná, tierra adentro, en lo que hoy serían las afueras del casco urbano, posiblemente en inmediaciones de la actual ruta 6, y que en aquella época de polvorientos caminos, era la comunicación obligada de las carretas que unían el puerto con el camino real o el pueblo de Capilla del Señor.
La erección de la parroquia de Capilla quitó sentido a estos oratorios, que con el tiempo fueron desapareciendo. Es probable que en el caso del que se encontraba en el casco de la estancia que después compraran los hermanos Costa, haya sido desmantelado después del ataque que la misma sufre en 1814 en manos de corsarios realistas que además de desnudar y arrojar por la borda al hermano del propietario, saquean la estancia de todos sus bienes, incluyendo objetos de culto.
Las primeras advocaciones cristianas de lo que hoy es nuestro pago fueron, por lo tanto, Nuestra Señora del Rosario, cuyo oratorio estaba ubicado en Río Luján y San Luis Gonzaga, dentro de los límites actuales del pueblo, muchos años antes que los primeros vecinos del pueblo consagrasen patrona de nuestra ciudad a Santa Florentina.
La creación del pueblo de Campana, en pleno auge del modelo agroexportador, atrajo a numerosas colectividades que, desde los más lejanos orígenes culturales y religiosos, que aportaron nuevas creencias al mapa religioso de Campana, como la Iglesia Anglicana que congregó a gran parte de la numerosa población británica del pueblo, o la comunidad Israelita que pudo contar con su propia sinagoga. Más cerca en el tiempo, diversos cultos religiosos hicieron su aparición en nuestra ciudad, dejando huellas no sólo en los espíritus, sino también en la construcción de numerosos templos en distintos barrios.
La actual Catedral recuerda a Santa Florentina, en homenaje a la madre de los fundadores del Pueblo, Florentina de Costa.