Antes del estreno, los actores y el director de "La Morsa", de Luigi Pirandello, reflexionan sobre el proceso en la puesta de la obra y el impacto del teatro en sus vidas. Lo lúdico, la vigencia de los clásicos y la difusa línea entre el yo y el otro.
Faltan dos días para el estreno, pero las localidades de las próximas dos fechas ya están agotadas. Somos un puñado de personas en el último ensayo general antes de la función, Nos ubicamos en los asientos de la sala del segundo piso del teatro "La Rosa". Ya oscureció y mostrando sus últimos retazos, la primavera nos regala una noche templada, descanso de la humedad y el calor.
Sin embargo, al comenzar la obra el clima cambia y de repente el aire se vuelve tenso, casi palpable. Traiciones, elucubraciones, dudas y angustia recorren el lugar generando un estado de alerta constante. Los tres actores, Andrés Chanes, Graciela Carfagno y Fabián Espósito despliegan en cuarenta minutos un drama que, por su potencia emocional y su corta duración, dejan a los espectadores shokeados, sin palabras. Termina el ensayo, se apagan las luces. Al volver a encenderse, los rostros que hace momentos estaban inmersos en la desgracia ahora sonríen, reciben aplausos.
Actuar papeles dramáticos significa ponerse en la piel de personajes que sufren, sintiendo por un momento que ese pesar es tuyo y puede parecer extraño que haya disfrute en interpretar semejantes situaciones por parte del actor: "Al término de los ensayos quedo agotado mentalmente, pero a la vez satisfecho, contento. Creo que se puede dar esa dualidad", reflexiona Andrés. "Es el juego que elegimos", dice el director Javier Marizaldi, "jugar a ser otro".
La obra "La Morsa" es un clásico del teatro, creación del prestigioso premio Nóbel Luigi Pirandello. Javier ya había ensayado la obra con otros grupos de actores por su capacidad pedagógica pero nunca la había llevado a escena. En uno de esos grupos estaba Fabián, quien todavía sigue sorprendiéndose con la lectura del guión: "Un buen texto es el que cada vez que lo lees encontrás algo distinto. Un matiz, una interpretación que no habías visto". En esa línea Andrés piensa: "El texto esta tan bien escrito que creo que el espectador no llega a procesarlo tanto como uno, que lo estudia muchísimo y encuentra subtextos atrás de los diálogos". Javier disiente con su alumno y apuesta que el buen teatro es el que te deja pensando después de la obra sobre esos lugares tácitos. La profundidad de los diálogos y las situaciones permite que se abra esta pregunta.
Con seis meses de ensayo previo, el grupo piensa seguir puliendo y trabajando en los detalles. "Hay distintas etapas. Primero hay que memorizar el texto. Es un laburo que no es muy placentero, pero a partir de dominarlo lo empezás a disfrutar", dice Fabián. "Las sensaciones fueron cambiando, la obra fue mutando mucho en todo este tiempo", reflexiona Andrés. En ese devenir, los límites entre el actor y el personaje, entre el sentir y lo actuado, pueden desdibujarse: "En el teatro hay que ponerse en el lugar del otro, que a la vez es uno", piensa Fabián y profundiza: "Sos y no sos al mismo tiempo cuando actúas". "Te enamorás del personaje, te encariñas", acota Julieta, mostrando como opera la identificación y la empatía, "Si te vas demasiado en sensibilidad podés perder el control de lo que estas haciendo, tiene que venir la razón a recordarte que estás actuando para poder seguir", finaliza Fabián.
Los tres actores tienen trabajos que están lejos del arte, pero eligieron al teatro como lugar de catarsis, oasis en la monotonía que puede convertirse la semana: "Soy ingeniero civil y tengo una vida estructurada. Las circunstancias de mi vida me llevaron a buscar algo que me descontracture y me abra la cabeza", cuenta Andrés. "En el año 2015 vine a ver "el monólogo del gato", donde justamente actuaba Fabián. Lo encontré a Daniel Barales en la puerta y le conté que andaba con ganas de hacer teatro. El era alumno de Javier y me insistió que vaya con él. Es algo que me da placer y me ayuda a desestructurar". El ahora devenido actor estudia con Marizaldi hace tres años, quien es el único de los cuatro dedicado de lleno al teatro: "Esto es lo único que sé hacer y soy feliz haciéndolo. Hacer un clásico de Pirandello con estos chicos que laburaron un montón es un disfrute total. A veces es milagroso que días de semana vengan de noche y estén después de un día laboral donde se despertaron a las 6 AM ensayando tres horas seguidas por el teatro", se emociona el director, quien tiene en mente que la obra se mantenga activa: "Lo ideal es que no tengamos que reflotarla".
Con las funciones del domingo 25/11 y del 9/12 agotadas, se habilitó una nueva función ese mismo domingo, en horario nocturno. Las entradas pueden conseguirse hablando con la página del teatro o contactándose con los mismos actores. Con entrada a la gorra y ubicado en el centro la ciudad, la obra es una oportunidad perfecta para acceder al teatro y sustentar la movida local con la garantía que supone una trama escrita por un clásico como Pirandello.
Andrés Chanes y Graciela Carfagno, junto a Fabián Espósito despliegan en cuarenta minutos un drama que, por su potencia emocional y su corta duración, dejan a los espectadores sin palabras.