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» Este artículo corresponde a la Edición del domingo, 09/feb/2020 de La Auténtica Defensa.

Un auto, una historia, un aprendizaje




UNA PASIÓN QUE ACORTA LAS DISTANCIAS

A través de un grupo de Facebook, "Daihatsu Argentina", donde resolvía sus dudas conoció a dos miembros que tenían el mismo auto que él; esto llevó a que entablaran largas conversaciones que forjaron una amistad: "Llegó un punto en el que era necesario hacer un grupo de WhatsApp para preguntarnos las dudas y aconsejarnos para mejorar los autos, así que lo armé con Diego de Córdoba y otro chico de Buenos Aires. Pregunté en el grupo si alguien más tenía un Daihatsu Max Cuore y fui agregando más personas a WhatsApp. Empezamos siendo ters y hoy somos nueve, esparcidos alrededor del país que proyectan una juntada a futuro."

Tras años de aciertos y desaciertos en los que la perseverancia guió su accionar, Agustín Menta pudo cumplir su sueño: restaurar su Daihatsu Max Cuore modelo 80. Y así también logró concretar una promesa: llevar en él a su novia a su Fiesta de Egresados. "Este auto me enseñó que puedo lograr todo lo que me proponga y que todo llega con esfuerzo y sacrificio", contó.

Había sido el famoso juego "Need for Speed" el que con sus infinitas opciones para personalizar los autos había sumergido a Agustín en el mundo del automovilismo, despertando una curiosidad que desencadenó incansables búsquedas de información sobre los motores y el objetivo de recibirse de Técnico Electromecánico: "Me entusiasmó mucho la idea de poder tener en un futuro mi auto y personalizarlo."

Desconociendo las vueltas de tuerca del destino, acompañó a su hermano mayor, Diego, a comprar su primer auto, un Daihatsu Max Cuore Modelo 80, sin sospechar que el mismo se terminaría convirtiendo en su primer auto. Afectado por el paso del tiempo, el auto japonés se presentaba como un desafío para todo aquel que fuera a convertirse en su dueño y Diego lo había aceptado sin saber la inversión de dinero y tiempo que le demandaría restaurarlo.

Debido a que los repuestos debían ser importados, muchos mecánicos rechazaron el trabajo mientras que otros propiciaron largas estadías del Daihatsu en su taller que no lograban avance alguno: "Pasaba de mecánico en mecánico y nunca había podido andar al 100% porque siempre le faltaba algo", recuerda. La frustración relegó al auto al olvido para Diego, que terminó regalándoselo a Agustín: "Estaba muy emocionado, tenía ganas de armarlo, desarmarlo, ver cómo funcionaba y restaurarlo en sí."

Maravillado por los programas "Los Restauradores", "Gas Monkey" y "Overhaulin´" en el que chatarras que en años anteriores habían sido autos volvían a la vida, se propuso la meta de restaurarlo: "Me parecía increíble lo que hacían y me emocionaba la idea de poder andar algún día con el auto que haría con mis propias manos".

Pero siendo adolescente, el dinero y la falta de experiencia y conocimiento terminaron atrasando el proyecto y provocando que se repitiera la misma historia con los mecánicos. Hasta que un día, mientras caminaba por su barrio, tuvo un golpe de suerte cuando se encontró otro Daihatsu cuyo dueño le prestó el manual, una reliquia imposible de conseguir. Además, le vendió el filtro del carburador. "Ahora sí, con esto va a arrancar", se ilusionó. Y arrancó, dándole una gran alegría a Agustín que, con sus limitados conocimientos y herramientas, había logrado un gran avance en su proyecto.

No obstante, quedaba un largo camino en el que los repuestos y la experiencia se tornaban indispensables para continuar. En muchos momentos, la frustración se mezcló con la angustia, determinando que era inminente dejar el sueño atrás. Pero la férrea voluntad de aprender le permitió alejar sus temores: "Siempre me dije que de a poco iba a hacer lo que podía y que algún día iba a conseguir mi meta".

En ese entonces, el trayecto a la escuela se convertía en un gran impulso para él que en el camino veía un Daihatsu impecable que monopolizaba su atención y lo ilusionaba con la idea de llegar a tener el suyo así.

Con el paso del tiempo consiguió su primer trabajo y la constante preocupación por el costo de los repuestos cesó, dándole mayor seguridad en su futuro accionar. Con esta certeza apartó toda señal de duda y se compró el anhelado Daihatsu que veía camino a la escuela al instante de ver la publicación en Facebook que lo vendía. Solo había un detalle en el auto: le faltaba el carburador. Algo que Agustín ya tenía en el que venía reparando, así que los obstáculos padecidos disminuyeron porque al tener dos autos, los repuestos dejaban de ser un problema. Esto no significó que el amor por su primer Daihatsu se esfumara; por el contrario, se potenció: "No me arrepiento de nada de lo que hice porque gracias a ese auto aprendí mucho".

Con la mente enfocada en el nuevo Daihatsu inició la restauración inmediatamente con un nuevo objetivo a contrarreloj: llevar a su novia en el auto a su fiesta de egresados. Al no poder encontrar el causante del problema de presión de aceite en el motor decidió sacarlo junto a su amigo Ciro Foppoli y abocarse a la tarea de repararlo, cosa que fue posible gracias a un mecánico amigo, Diego Bidegain, que lo ayudó y le dio espacio en su taller: "Llegaba de trabajar a las 16 y directamente iba al taller a armarlo". Al mismo tiempo, la carrocería fue enviada al chapista para darle unos retoques.

Cuando el chapista finalizó su trabajo llegó la hora de volver a colocar el motor, lo que lo puso nervioso ante cada minuto que pasaba acercándose a la fecha de la fiesta. Alejando, a pesar de sus temores, logró su cometido: "Cuando arrancó quedé shockeado: había pasado tantos años esperando eso. No caía en la cuenta de que había armado el motor yo solo y que mi sueño se había cumplido".

Aun así faltaban algunos repuestos que consiguió comprando su tercer Daihatsu a un amigo de un compañero de trabajo: "Mis viejos tenían ganas de matarme porque meter otro auto en la casa era una locura." Con ese nuevo auto no sólo había conseguido terminar con los contratiempos que traían aparejados los repuestos, sino que también consiguió los espejos tan característicos del Daihatsu, algo imposible de conseguir hoy en día.

Con una mezcla de entusiasmo y confusión por no poder creer lo logrado, Agustín pudo cumplir su meta: arriba del Daihatsu Max Cuore llegó con su novia a la fiesta de egresados: "Aunque no está terminado, porque todavía le faltan cosas, disfruté bastante el proyecto. Este auto me enseñó que puedo lograr todo lo que me proponga y que por más que uno se bajoneé tiene que seguir con constancia y perseverancia, porque si no llega hoy o mañana algún día va a hacerlo, porque todo llega con esfuerzo y sacrificio".

Satisfecho con su trabajo agrega: "Por ahora va a estar original, pero seguro que más adelante le vaya a hacer una modificación, siempre con el objetivo de seguir aprendiendo."

Algo fundamental que estuvo siempre con él fue el apoyo de su familia, su novia y sus amigos que en momentos de desánimo siempre estuvieron presentes incentivándolo a seguir con su sueño: "Quiero agradecer a mi mamá, a mi abuela y a mi viejo que siempre estuvo ahí para hacerme alguna que otra cosa con el torno; a mis amigos Joel Fernández, Agustín López y Ciro Foppoli, que siempre se quedaron hasta tarde ayudándome con el auto y a mi novia, por siempre apoyarme." Orgulloso de su auto, Agustín lo usa a diario para ir a trabajar, emocionándose cada vez que su Daihatsu Max Cuore atrae las miradas de curiosos y halagos de extraños que lo felicitan.


EL PASADO 25 DE ENERO EL DAIHATSU MAX CUORE SE EXPUSO EN LA JUNTADA DEL CLUB MULTIMARCAS CAMPANA.


SATISFECHO, AGUSTÍN NO DESCARTA SEGUIR RETOCANDO EL AUTO: “POR AHORA VA A ESTAR ORIGINAL, PERO SEGURO QUE MÁS ADELANTE LE VAYA A HACER UNA MODIFICACIÓN, SIEMPRE CON EL OBJETIVO DE SEGUIR APRENDIENDO".

 
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