Cultivar la musculatura que realmente cuenta, dejar atrás el sobrepeso que nos daña y demora en el camino de dejar de ser simples criaturas y transformarnos en seres humanos plenos.
En este quinto domingo del Tiempo Ordinario, corresponde la lectura del evangelio de San Lucas, Capítulo 6, versículos de 12 al 13; 17; y del 20 al 26: "Por aquellos días, Jesús se fue al monte a orar, y se pasó toda la noche orando a Dios. 13 Cuando se hizo de día, reunió a sus discípulos y escogió de entre ellos a doce, a quienes constituyó apóstoles (…) 17 Jesús bajó con ellos del monte hasta un lugar llano. Los acompañaba también un gran número de discípulos y mucha gente procedente de todo el territorio judío, de Jerusalén y de la costa de Tiro y Sidón (…) 20 Entonces Jesús, mirando a sus discípulos, les dijo: - Felices ustedes los pobres, porque el reino de Dios es de ustedes. 21 Felices ustedes los que ahora tienen hambre, porque Dios los saciará. Felices ustedes los que ahora lloran, porque después reirán. 22 Felices ustedes cuando los demás los odien, los echen de su lado, los insulten y proscriban su nombre como infame por causa del Hijo del hombre. 23 Alégrense y salten de gozo cuando llegue ese momento, porque en el cielo los espera una gran recompensa. Así también maltrataron los antepasados de esta gente a los profetas. 24 En cambio, ¡ay de ustedes los ricos, porque ya han recibido el consuelo que les correspondía! 25 ¡Ay de ustedes los que ahora están saciados, porque van a pasar hambre! ¡Ay de ustedes los que ahora ríen, porque van a tener dolor y llanto! 26 ¡Ay de ustedes cuando todo el mundo los alabe, porque eso es lo que hacían los antepasados de esta gente con los falsos profetas!"
"En este pasaje -comenta el padre Rufino Giménez Fines- encontramos a Jesús en su vida pública, mezclándose con el pueblo, anunciando la vida nueva, la salvación y el perdón para aquellos quienes abran su corazón, sea cual fuere su condición. Por eso atiende y escucha a todos los enfermos, aquellos quienes supuestamente Dios había castigado. También vemos a Jesús en la sana práctica de la que podemos tomar nota: hacer un alto, retirarse, buscar el silencio para orar y encontrarse con Dios… porque él como hijo, necesitaba estar en sintonía con el Padre, y así pasó toda la noche en oración. Vemos al Jesús orante, la iglesia que ora, que reza… el poder de la oración. Luego, apenas empezó a amanecer, bajó y eligió a los 12 apóstoles, en clara alusión a las 12 tribus de Israel".
"Al bajar nuevamente a la llanura, se encontró con la muchedumbre que lo buscaba ansiosamente para escuchar su palabra y para ser sanados. Una muchedumbre que acude al Maestro, y es validada por Él como dignos hijos de Dios: ahí están las Bienaventuranzas, una gran invitación a comprender de qué va la vida, a elevarse y trascender poniendo a Dios en el centro de la existencia. Habla de luz, de salvación, de bendición, de paz con uno y con los demás. En definitiva, de realización plena a partir del constante crecimiento espiritual, el desarrollo de la libertad, la justicia y el amor. Según San Lucas, la palabra de Jesús se dirige a los pobres, a los que sufren, a los oprimidos… a los que no son escuchados ni tenidos en cuenta. Ese es el auditorio primario de Jesús, pero también les advierte a los que supuestamente no tienen problemas y se aferran a lo material como tabla de salvación, aquellos a quienes nada les alcanza porque en el fondo están vacíos por dentro. Jesús anuncia para todos, unos y otros, la felicidad del Reino de Dios. Es la acción del Padre por intermedio de su Hijo: alcanzar la Paz interior y con los demás, un estado de plenitud que se manifiesta en el amor total, el desprendimiento y generosidad en términos individuales y por extensión, comunitarios… una comunidad liberada de pequeñeces a partir de la comunión con Dios vivo, que está en nuestro interior y con el cual tenemos que conectar. ¿Cómo? Lo que decimos siempre: utilizando los aparatos disponibles en lo que yo llamo el gimnasio espiritual, y son las 5 piedritas de las que nos habla la virgen en Medjugorje: la Oración, la Eucaristía, la lectura de la Biblia, el Ayuno, y la Confesión… de ahí sale la musculatura que realmente cuenta, y dejamos atrás el sobrepeso que nos daña y demora. Lo que Jesús promete, es el pan de cada día, o sea, la paz del que vive en el Espíritu del Señor. Mientras el mundo felicita a quien hace trampa, a quien desde el poder somete a los otros, Jesús muestra el camino opuesto. Podía curar, podía resucitar a los muertos, o transformar el agua en vino. Sin embargo, no hizo nada para evitar su crucifixión, dando un testimonio extremo de amor por todos nosotros. Seamos iglesia que contempla a Dios, seamos iglesia que peregrina y camina en el mundo, en compañía del Maestro por excelencia, que nos llama para anunciar las Bienaventuranzas desde nuestro propio ejemplo de vida, amando a nuestro prójimo como a nosotros mismos. En la liturgia, el espíritu de Dios nos interroga: ¿Qué ser humano eres? ¿Cuáles son tus frutos? Sepamos de una vez por todas que no estamos solos: hay un Padre que nos ama, y siempre nos espera para guiarnos. No son sólo palabras bonitas, es así. Aquí y ahora", concluye el sacerdote Rogacionista.