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» Este artículo corresponde a la Edición del domingo, 24/abr/2022 de La Auténtica Defensa.

Opinión:
En defensa del individuo productivo y el derecho de propiedad
Por Mario Trila







Contacto en Twitter / Telegram / Facebook / Instagram: @MarioTrila

Incluso quienes ni siquiera abonamos perejil en una maceta podemos apoyar la protesta del sector agropecuario, porque en definitiva lo que defendemos son los derechos inalienables de los individuos.

Existe en el imaginario colectivo una idea errónea con respecto a la defensa de los valores: que para asumir la defensa de alguna causa o idea es necesaria la pertenencia a partidos o movimientos políticos, conocida vulgarmente como "militancia". Quiero desmitificar de algún modo semejante prejuicio; cualquier persona, o individuo, puede ejercer la defensa de una causa que considere valiosa a su entendimiento, en especial cuando es motivada por profundas convicciones, lo que suele denominarse "activismo".

Tal vez el asiduo lector de ésta columna haya interpretado que pertenezco a cierto sector político. Aprovecho éste artículo en el que vengo a reivindicar puntualmente al sector agropecuario, y en ellos a cada individuo productivo, para dejar sentado que no existe de mi parte tal pertenencia a un partido o frente político sino más bien una adhesión a las ideas más antiguas y centenarias del mundo moderno. Un mundo moderno cuya base económica fundamental es el capitalismo, y cuya organización filosófico-política es el liberalismo; dado así en particular desde la primera Declaración de la Independencia americana en el año 1776.

Valga decir: un capitalismo que no se enmarca en las definiciones de Marx sino en el sentido productivo de la naturaleza humana, cuya evolución y crecimiento constante se da en base al interés personal de los individuos; motivados por la libertad de comercio, la competencia y la cooperación voluntaria. Cooperación que es potenciada a través del libre mercado y la globalización. En sociedades libres y abiertas, cuya organización institucional está basada en el liberalismo político, lo que no es otra cosa que el respeto de los derechos inalienables: a la vida, a la libertad, a la propiedad y a "la búsqueda de la felicidad".

No considero problemático el hecho de que las personas pertenezcan a un sector político, más bien me resulta determinante el tipo de ideas que defiende cada individuo, porque de ellas nacen sus acciones y su consecuente adhesión a causas justas o perversas. Precisamente, si existiese algún inconveniente estaría dado por el fanatismo: un tipo de adhesión dogmática común en ciertas ideologías o movimientos colectivistas que buscan desincentivar las iniciativas individuales, a la vez que fomentan el pensamiento único.

Un ejemplo de colectivismo en Argentina es el kirchnerismo, tal es así que han inculcado en sus adeptos una falsedad ideológica imperdonable, incitando a confrontar directamente con el sector agropecuario; alimentando todo tipo de relatos, motivados por el odio y el resentimiento hacia los productores.

Desde aquella "rebelión del campo" en el año 2008, los kirchneristas no han aceptado la derrota asestada por su propio vicepresidente al pronunciar la famosa frase "mi voto es no positivo". Terminaron ellos de rodillas, cuando lo que buscaban enfáticamente era poner de rodillas al campo, pretendiendo expoliar a miles de productores mediante las "retenciones móviles" de la trístemente célebre Resolución 125.

Quiero reivindicar todas y cada una de las consignas que el sector agropecuario viene levantando en sus protestas, en especial el reclamo por la quita de todo tipo de retenciones a las exportaciones. La eliminación de los límites, cuotas o cepos. La reducción de los impuestos nacionales provinciales y municipales, en particular de impuestos distorsivos como Ingresos Brutos. La inversión por parte del Estado en infraestructura para el transporte de los granos y productos manufacturados. La eliminación de las causas de la inflación y el cese de las acusaciones como "formadores de precios" a los sectores productivos, empresariales o comerciales, entre otros.

En artículos anteriores he mencionado varios temas que hacen a la defensa de los derechos individuales, a saber: "La inflación es un impuesto no legislado e inconstitucional", "El incentivo no es una zanahoria, y no somos burros", "La elusión fiscal no es inmoral, ni es pecado", "El mandato ciudadano es limitar al poder del Gobierno", "Un estólido Gobierno que desprecia el ahorro", y una mención especial al sector del campo en el artículo titulado "Un libro que ha cambiado millones de vidas".

Dada la temática abordada, siempre es buena la ocasión para recordar aquella célebre frase de Ayn Rand: "Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias mas que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino, por el contrario son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en autosacrificio, entonces podrá afirmar sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada".


 
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