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» Este artículo corresponde a la Edición del domingo, 08/may/2022 de La Auténtica Defensa.

Opinión:
El nacionalismo es colectivista y enemigo de la libertad
Por Mario Trila







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Nacionalismo y patriotismo parecen sinónimos pero en la práctica y en esencia resultan literalmente antagónicos; siendo el primero de corte colectivista se diferencia del segundo que es individualista.

El diccionario de la RAE elige definir "patriotismo" desde una mirada individual: Amor a la patria. Como segunda acepción describe a la primera: sentimiento y conducta propios del patriota. Por su parte el diccionario Cambridge define al patriota como: una persona que ama a su país y, si es necesario, luchará por él. De ambas definiciones se deriva que un patriota es tal, ‘por elección’; es un individuo que elige pertenecer a una tierra, que ama su idiosincracia y se compromete a defender la integridad de ésta, tanto de ataques internos como externos, porque al hacerlo también defiende su propia libertad y propiedad.

El nacionalismo es un concepto político cuya guía de acción es el colectivismo. También es anti-liberal y puede ser anti-democrático o anti-republicano. Es adoptado fácilmente por sujetos politizados, motivados por el ejercicio del poder o en su defecto por la necesidad de obedecer a un orden superior. Es común que sus adeptos escalen hacia el fanatismo. Valga decir: todo tipo de fanatismo político termina engendrando violencia. La escritora y filósofa ruso-norteamericana Ayn Rand describió al nacionalismo como "una de las formas más bajas y primitivas de colectivismo".

Al patriota lo motiva la dignidad y el orgullo, mientras que el nacionalista suele transformar el orgullo en fanatismo restando así toda dignidad. No existe ecuación más elocuente para representar al nacionalismo que aquella malvada frase de "el fin justifica los medios".

El nacionalismo combinado con socialismo resultó en nacional-socialismo (Alemania 1933-1945, hasta el fin de la segunda guerra mundial, con Hitler hasta su muerte), mientras que combinado con marxismo resulta en comunismo (China 1949-1976, tras la guerra civil, con Mao Zedong hasta su muerte; o la URSS 1922-1991). A su vez, combinado con religión ha derivado en peligrosos engendros militaristas como el nacionalismo católico en Argentina o el franquismo en España. Combinado con el sindicalismo y la religión supo derivar en el falangismo o nacionalsindicalismo en la España de 1931. Por otro lado, combinado con religión y terrorismo en Medio Oriente ha derivado en el Estado Islámico. Combinado con el estatismo resultó en fascismo (Italia 1922-1943, con Benito Mussolini). Combinado con la mafia y el falso industrialismo, tras la caída de la URSS, resultó en la Rusia actual, misma que acaba de invadir a Ucrania. Son sólo algunos ejemplos, pero contundentes, que ayudan a ilustrar el peligro que supone el nacionalismo como componente ideológico.

Muchos gobiernos de corte nacionalista, en la historia, han justificado una apropiación indirecta de las empresas privadas, otorgando supuestos beneficios -como el cierre de las importaciones del rubro o la creación de monopolios que las favorezcan- y demandando a cambio la absoluta obediencia. Tal ha sido el caso de la Alemania nazi, un modelo utilizado para proveer de insumos y armamentos en la segunda guerra mundial, que ha sido replicado en otros regímenes de ideología colectivista.

Un ejemplo de nacionalismo en Argentina es esa especie de ‘nacionalpopulismo’ que ejerce el kirchnerismo. Tal movimiento ha demostrado ser la versión izquierdista que contiene una pizca de todos y cada uno de los nacionalismos mencionados en párrafos anteriores; destacándose en particular la admiración que profesa su líder -Cristina Kirchner- por el régimen ruso de Putin: un nacionalismo seudo industrialista y mafioso.

Como mencionó el escritor argentino José Benegas en un tweet: "El nacionalismo es violencia política". Como toda ideología colectivista engendra violencia, xenofobia, ambición de poder, aislamiento y guerras. La xenofobia es hija dilecta del nacionalismo, el racismo incluso es un pariente muy cercano. Muchas guerras originadas durante el siglo veinte han tenido como origen ideológico al nacionalismo. Sus líderes, obnubilados por el poder, han optado por el conflicto y la conquista en lugar del libre comercio y el intercambio voluntario entre naciones. Incluso miles o millones de personas, tal vez ignorantes aunque también instruidas, han sabido apoyar políticamente a semejantes déspotas y corruptos.

La Rusia actual, envenenada por el nacionalismo, ha invadido a su vecino con una violencia rayana en el siglo pasado; Ucrania, en cambio, está siendo defendida por los patriotas, que no sólo defienden su independencia como país, sino que luchan incansablemente por el bien más preciado en el mundo: su libertad.

A tal punto podríamos reivindicar la diferencia entre patriotismo y nacionalismo, que un férreo opositor al autoritarismo político y religioso -exitoso editor y presidente de EEUU- como Benjamin Frankling, supo trazar el natural orden de prioridades en una pequeña frase: "Donde mora la libertad, allí está mi patria".


 
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