Si desarrollara el significado etimológico de cada una de las palabras en los términos del título no llegaría a una definición verdadera, siendo que se trata de conceptos filosófico-políticos del liberalismo.
La etimología tradicional de la palabra ´egoísmo´ proviene claramente del ego. Su definición en el diccionario de la RAE invita a considerar que se trata de una actitud carente de toda virtud: "Inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás". Por su parte el diccionario Cambridge se limita a decir: "aprecio desmedido de alguien por sí mismo", ilustrando luego con un par de ejemplos: "Su egoísmo no le deja ver los problemas ajenos" y "La gente cae a menudo en el egoísmo y se olvida de los demás". Como antónimos se mencionan la generosidad y el altruismo.
Se vislumbra claramente una dicotomía entre lo que podría llamarse "egoísmo tradicional" versus el "egoísmo racional", de hecho, tal confrontación en términos fue analizada por Ayn Rand en una carta al filósofo John Hospers. El desarrollo a continuación se desprende en parte de dicho documento, que data del año 1961; el mismo año en el cual la autora publicó su libro "La virtud del egoísmo".
Hay una gran diferencia entre quienes actúan por su ‘propio interés’ en los ámbitos de producción, en contraposición a quienes lo hacen para el robo. La maldad de un delincuente no reside en el hecho puntual de ‘perseguir su propio interés’, sino en la perversidad de sus valores al actuar de ese modo. Si consideramos la definición tradicional, que indica que ‘ser egoísta es actuar por el propio interés’, ambos sujetos estarían siendo egoístas del mismo modo... Craso error: la definición tradicional de egoísmo desprecia la calidad moral de cada acto. En tal sentido, es común que se entienda a la "generosidad", o el altruismo, como una salvedad que se opone al "egoísmo" de las personas, licuando así la moralidad de origen.
Puede haber entonces tantos tipos de egoísmos como virtudes o maldades existan: por un lado quienes actúan por su propio interés en un sentido virtuoso y por el otro quienes lo hacen de un modo malvado. Ninguno de los dos mira al prójimo, el primero porque no tiene obligación de hacerlo, dado que no hace daño mediante sus actos, mientras que el segundo -inmerso en su maldad- no mira al prójimo porque no le importa hacer todo el daño que sea necesario con tal de conseguir su objetivo perverso.
Un párrafo aparte merece la falacia o mito colectivo que supone al "altruismo" como lo opuesto al egoísmo. El término en cuestión proviene básicamente de los ámbitos religiosos, en los cuales se condena directamente al interés propio como tal, a la vez que se promueve el "dar sin recibir nada a cambio", hasta que duela... Se trata de una actitud generalmente hipócrita, que llevada al extremo termina condenando a las personas productivas o eficientes por el hecho de haber alcanzado semejante virtud; considerando a su vez a los improductivos como sujetos angelicales merecedores del reparto que deberían hacer aquellos que producen bienes y riqueza, para de ese modo ganarse la cucarda de "virtuosos" frente a una sociedad hipócrita que los observa.
El ‘egoísmo racional’ es aquel egoísmo basado en virtudes y principios racionales. Ayn rand, en el capítulo "La ética objetivista" de su libro "La virtud del egoísmo", supo reunir ambos conceptos en lo que denomina ‘principio de intercambio comercial’: quienes actúan en base a su interés racional, se benefician a si mismos y benefician a otros mediante un intercambio de valor por valor; sin sacrificarse para los demás, ni demandar el sacrificio de los otros para su beneficio.
"¿Qué es la moralidad, o la ética? Es un código de valores para guiar las elecciones y acciones del hombre, que determinan el objetivo y el curso de su vida", explica Rand. Los individuos no nacen con un ‘código de valores’, el mismo no es hereditario ni tampoco se trata de un mandamiento colectivo; sólo puede ser incorporado mediante la razón y de forma individual. Condición necesaria para una correcta comprensión del individualismo.
El término "individualismo", de hecho, es tomado erróneamente como si fuese una actitud egoísta en el sentido tradicional de la palabra. Para el liberalismo, en cambio, es una definición puramente filosófica y política: se trata ni más ni menos de lo opuesto al colectivismo. Siendo el colectivismo el motor y causa en las peores tragedias que ha visto la historia de la humanidad, en las cuales se ha otorgado a un líder un poder omnímodo en nombre del "bien común", con discursos justificados por entelequias tales como "el pueblo" o la Nación, haciendo uso y abuso de lemas perversos como "el fin justifica los medios".
Una sociedad benevolente no puede lograrse proponiendo el sacrificio de alguna de las partes. El individualismo propone sistemas de gobierno benevolentes con el individuo, con tratamiento de iguales frente a la ley, evitando los abusos de poder. Por su parte el ‘egoísmo racional’ no impide a las personas ser benevolentes con los demás, siempre que se trate de una decisión voluntaria, que excluya cualquier tipo de sacrificio. Valga decir: el altruismo y el colectivismo exigen sacrificios, ergo no pueden ser benevolentes.