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» Este artículo corresponde a la Edición del domingo, 26/jun/2022 de La Auténtica Defensa.

Opinión:
La meritocracia como sistema de gestión elemental
Por Mario Trila







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En una primera reunión con los empleados de Twitter le preguntaron a Elon Musk si aplicaría la "meritocracia"; él respondió: "Si alguien está haciendo cosas, genial, lo amo. En caso contrario: ¿por qué está en la empresa?".

La respuesta de Elon Musk, mencionada en la bajada de éste artículo, contiene dos partes biunívocas entre si: la primera implica en cierto modo capacidad y eficacia al decir "si alguien está haciendo cosas, genial, lo amo", pero luego agrega una pregunta filosófica, incitando a pensar en el compromiso, "en caso contrario ¿por qué está en la empresa?"; valga decir: ¿cuál es su propósito?. A mi juicio la segunda parte es decisiva, siendo que proyecta la conexión hacia el verdadero motivo del mérito entendido como sistema: la meritocracia.

Mientras el mérito es una insignia obtenida a nivel individual, la meritocracia pasaría a ser un ‘sistema’, cuyo objetivo sería aplicar la cultura del mérito en un ámbito determinado. La confusión y el rechazo que profesan algunos intelectuales hacia el término "meritocracia" probablemente está relacionada con las definiciones tradicionales en los diferentes diccionarios. Oxford Languages, por ejemplo, lo define como un "Sistema de gobierno cuyo poder lo ejercen las personas que están más capacitadas según sus méritos". En ese contexto, relacionado directamente con el Gobierno y definido además como un sistema para ejercer el poder, se vislumbra como una alternativa un tanto peligrosa; en especial por su paralelismo con la vieja aristocracia. Es atendible entonces que Ayn Rand y otros liberales hayan rechazado tempranamente el concepto.

Hasta este punto tenemos dos tipos de "meritocracia": la tradicional que es definida como Sistema de Gobierno, misma que rechazo y descarto absolutamente, y la segunda que emerge como un sistema de gestión que reconoce el valor de las personas y su compromiso con una causa común, en tanto méritos individuales que son obtenidos en cada ciclo, proyecto, trabajo u objetivo dentro de la organización; colocando necesariamente en contraste, y evidenciando como lastre, a quienes carecen de tales valores.

De algún modo, la meritocracia como sistema de gestión viene a rechazar la aplicación de cualquier método de corte socialista dentro de las organizaciones. Queda claro que los métodos socialistas son insanos, nivelan hacia abajo, desprecian las capacidades y aborrecen los méritos individuales. Para quienes no tengan el concepto correctamente desarrollado, el socialismo es una forma de igualitarismo extremo: la "igualdad" como un fin en si mismo, a cualquier precio; también llamada "tiranía de la igualdad", o "tiranía del igualitarismo".

Valga decir, en una sociedad abierta y libre, la única igualdad viable y posible es la igualdad ‘ante la Ley’, para lo cual se requiere un sistema de gobierno republicano y liberal, vulgarmente denominado "democracia". Las empresas u organizaciones, en cambio, no pueden considerar a la "igualdad" como un valor dentro de sus sistemas de gestión; si lo hacen colapsan tarde o temprano. Está probado que la aplicación del "igualitarismo" destruye cualquier sistema, no importa dónde se aplique: ya sea en un gobierno o en la gestión de las organizaciones. En ese contexto, las organizaciones necesitan descartar cualquier tipo de igualitarismo, y suelen hacerlo mediante la aplicación de sistemas de gestión que consideren al mérito individual como un valor esencial.

Sabido es que ciertos políticos argentinos mantienen un discurso contrario a la "meritocracia": se han visto en la necesidad de colocar ese concepto como un chivo expiatorio, opuesto a sus propias ideologías igualitaristas. Es el mecanismo populista literalmente expuesto: explotar las dicotomías del tipo ‘amigo-enemigo’ con el objeto de entretener a sus adeptos, ofreciéndoles mitos y falacias consumibles. A este punto, hemos sumado un tercer tipo de "meritocracia", de índole puramente ideológico, que es utilizado por el social-populismo como una antítesis al igualitarismo; presentado como un concepto a rechazar para evitar las demandas de eficiencia, especialmente en los sindicatos de empleados estatales.

La meritocracia como sistema de gestión valora al mérito individual, pero... ¿cómo se valora el mérito? ¿Es la acción en si misma un factor determinante, o también cuentan los resultados?. ¿Cumplir una función, para la cual un individuo ha sido contratado o elegido, es meritorio?. Sin duda los valores que aporta el individuo y el propósito que lo motiva pueden hacer la diferencia. No puede haber mérito sin propósito. Es importante considerarlo como el resultado de una acción individual. Un talento o un puesto heredado no es meritorio, excepto que sea utilizado para obtener un resultado. La colectivización de los resultados anula toda responsabilidad individual. Un mérito queda activado cuando la ecuación en su conjunto entrega un resultado de valor que es apreciado en el contexto dentro de un lapso determinado de tiempo. En los términos de Musk: son la eficacia y eficiencia atadas a un propósito superador.


 
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