Dada la repercusión obtenida por la publicación de la columna en la que hablamos de una de las Fábulas de Esopo, a quien se considera el creador de este género, se demostró que en el mundo prácticamente está todo dicho, y es un continuo "empezar, terminar y volver a empezar". Eso se demuestra así. Hoy, gracias a las "Supercarreteras de la Información", tenemos acceso a prácticamente todo lo sucedido en el mundo desde los inicios en que el hombre comenzó a pensar, obligado por la necesidad de sobrevivir, a valerse por sí mismo. La sabia naturaleza, viéndonos tan débiles, nos proveyó de algo asombroso: la "inteligencia". En este momento recordemos, que se está escribiendo sobre fábulas concebidas por un autor que se considera nació en el año 600 a.C. y falleció en el 564 a.C. (Wikipedia). Ya hablaremos más de él. Pasemos a la Fábula de hoy.
"La cigarra y la hormiga"
Era un verano muy caluroso, probablemente uno de los más calientes de las últimas décadas. Quizá por eso, la cigarra decidió dedicar las horas del día a cantar alegremente debajo de un árbol. No tenía ganas de trabajar, solo le apetecía disfrutar del sol y cantar. De manera que así pasaba sus días, uno tras otro.
Uno de esos días pasó por allí una hormiga que llevaba a cuestas un grano de trigo muy grande, que apenas podía sostenerlo sobre su espalda. Al verla, la cigarra se burló de ella y le dijo:
– ¿Adónde vas con tanto peso? ¡Con el buen día que hace y con tanto calor! Se está mucho mejor aquí, a la sombra, cantando y jugando. ¿Acaso no quieres divertirte?, se rio la cigarra.
La hormiga se detuvo y miró a la cigarra, pero prefirió hacer caso omiso de sus comentarios y continuar su camino en silencio y fatigada. Así, pasó el verano, trabajando y almacenando provisiones para el invierno. Y cada vez que veía a la cigarra, ésta se reía y le cantaba alguna canción de aires burlones:
– ¡Qué risa me dan las hormigas cuando van a trabajar! ¡Qué risa me dan las hormigas porque no pueden jugar!
Las temperaturas empezaron a bajar. En ese momento, la hormiga dejó de trabajar y se metió en su hormiguero, donde se encontraba calentita y tenía comida suficiente para todo el invierno. Entonces, se dedicó a jugar y cantar.
Sin embargo, el invierno encontró a la cigarra debajo del mismo árbol, sin casa y sin comida. No tenía nada para comer y estaba helada de frío. Fue entonces cuando se acordó de la hormiga y golpeó a su puerta.
– Amiga hormiga, sé que tienes provisiones de sobra. ¿Puedes darme algo de comer y te lo devolveré cuando pueda?
La hormiga le abrió la puerta y le respondió enfadada:
– ¿Crees que voy a darte la comida que tanto me costó reunir? ¿Qué has hecho holgazana durante todo el verano?
– Ya lo sabes, le respondió apenada la cigarra. A todo el que pasaba, yo le cantaba.
– Pues ahora, yo como tú puedo cantar: ¡Qué risa me dan las hormigas cuando van a trabajar! ¡Qué risa me dan las hormigas porque no pueden jugar!
Y dicho esto, le cerró la puerta a la cigarra. A partir de entonces, la cigarra aprendió a no reírse del trabajo de los demás y a esforzarse por conseguir lo que necesitaba.
Moraleja: Para disfrutar, primero hay que trabajar. Esto se dice en el mensaje que surge de esta Fábula creada hace casi 2700 años.
El mundo moderno tiene también sus hormigas y cigarras. No consideran extraordinario que hoy todavía los inteligentes humanos no hayan aprendido lo escrito hace más de dos mil años?