Buenos Aires (especial de NA, por Mariano Spezzapria) -- Con bastante ironía, algunos dirigentes ya comenzaron a hablar del "voto plasma" de cara a la renovación presidencial de octubre, haciendo una comparación con el recordado "voto cuota" del apogeo menemista y aludiendo a la posibilidad de que la mejoría económica vuelva a ser determinante en el ánimo del electorado nacional.
En aquella oportunidad, Carlos Menem logró la reelección en 1995 a caballo de la estabilidad económica y obtuvo incluso más votos que en su primera elección, en 1989. Pero la historia demostró luego que se estaba incubando el huevo de la serpiente y el colapso llegó finalmente en 2001, de la mano de la Alianza.
Más de una década después otro presidente, en este caso Néstor Kirchner, se encuentra ante la posibilidad de ser reelegido para un nuevo mandato, si es que finalmente decide ser el candidato oficialista en lugar de Cristina Kirchner. La economía, también en este caso, jugará un rol clave en el resultado electoral.
Pero aparecen ahora más claramente dibujadas dos caras de la misma moneda: una, más visible, es la que muestra una economía pujante, cuyos beneficios aún distan de haber lllegado a todos pero que sigue la curva del crecimiento. La otra, más preocupante, es el aumento de precios que afecta al bolsillo popular. Se sabe que en este país ningún gobierno queda bien parado ante una embestida inflacionaria. La administración kirchnerista viene combatiendo este fenómeno -en buena parte derivado del propio crecimiento de la economía- acudiendo al control de precios y a la entrega de subsidios a diversos sectores.
No parece, de todos modos, que ésa vaya a ser la solución a largo plazo, según coinciden en advertir la mayoría de los especialistas. El Gobierno conoce perfectamente esta situación y pretende que le juegue a favor en el plano electoral, poniendo en caja los precios a corto plazo y a como de lugar.
Sólo basta escuchar a uno de los más importantes funcionarios de Kirchner, que reflexionó así a cuento del faltazo presidencial al acto en Ushuaia en homenaje a los caídos en Malvinas: "esto a nosotros no nos afecta. ¿O ustedes creen que alguien en La Matanza está preocupado por si el Presidente va a un acto o no?".
La (auto) respuesta llega sola: "lo que le preocupa a la gente común es llegar a fin de mes". Para dejarlo más claro: el Gobierno también piensa que la economía será el factor determinante en octubre próximo. Mucho más atrás ubica a la política y, en ese plano, a las polémicas por el comportamiento presidencial.
El análisis oficial busca soslayar, dicho sea de paso, el efecto político que podrían provocar sucesivas victorias opositoras en distritos clave como la Capital Federal y Santa Fe. Y minimiza el hecho de que las provincias de Buenos Aires y Córdoba podrían tener gobernantes que no sean kirchneristas puros.
Porque si bien la atención en Capital está centrada en la pelea palmo a palmo que protagonizan el jefe de Gobierno Jorge Telerman y el ministro-candidato Daniel Filmus, lo cierto es que todas las encuestas conocidas dan como casi seguro ganador en primera vuelta al líder centroderechista Mauricio Macri.
El referente del PRO ya tiene un piso consolidado del 30 por ciento de intención de voto y trabaja para acercarse a un 40 por ciento que lo dejaría en inmejorables condiciones para enfrentar el balotaje el 24 de junio. Una victoria suya no sería, sin dudas, una buena noticia para el Gobierno nacional.
Tampoco lo será, aunque en menor grado, una victoria de Hermes Binner en Santa Fe, donde el oficialismo tampoco acierta con la instalación de un candidato que pueda competir ante el dirigente socialista con chaces ciertas de derrotarlo. La elección de Santa Fe será el 2 de septiembre, también previa a la presidencial.
Ese mismo día también irá a las urnas la provincia de Córdoba. Allí podría vencer el candidato delasotista Juan Schiaretti, quien no representa nítidamente al kirchnerismo. Lo mismo se puede decir de Daniel Scioli en Buenos Aires, pese a que el vicepresidente viene dando muestras cabales de encolumnamiento.
Para decirlo claramente: si Kirchner consiguiera la reelección -o si el próximo turno le tocara a su esposa Cristina-, el Gobierno central deberá convivir desde diciembre próximo con mandatarios ajenos al grupo kirchnerista puro conduciendo a los cuatro distritos más importantes del país.
No obstante, y más allá de todas las especulaciones, la principal sombra del Gobierno estará dada por la propia economía, la misma que paradójicamente es muy probable que le otorgue en octubre próximo la posibilidad de extender su mandato hasta 2011.