Buenos Aires (Especial de NA) -- "Yo no llegué hasta acá para que me conduzca Lilita Carrió": la descarnada frase de inconfundible ADN peronista en boca de la senadora Roxana Latorre reveló esta semana gran parte de los vaivenes de la política de los últimos días.
Es que por más que la oposición busque presentarse como un gran conglomerado unido en el objetivo de marcarle límites a Cristina y Néstor Kirchner, las identidades e historias peronistas y radicales siguen pesando a la hora de definir una estrategia política y contar los votos en el Congreso.
Latorre, quien se convirtió en un apoyo clave para sostener a Mercedes Marcó del Pont en el Banco Central, no se guardó nada a la hora de dar explicaciones por su decisión.
Dio a entender que son los dirigentes no enrolados en el peronismo los que quieren marcar la estrategia de toda la oposición -más aún, "conducirla", palabra que en la jerga del justicialismo no se esgrime en vano-.
Y además sostuvo que en el gran arco antikirchnerista hay sectores "golpistas", a los que, según explicó, no estaba dispuesta a respaldar.
El radical Ernesto Sanz salió a decir que Latorre quizás había visto "golpistas" entre sus compañeros porque -aclaró- no los hay en la UCR, en una muestra más de la diferenciación entre ambos espacios.
En los últimos meses, buena parte de la dirigencia política especula con que, como están las cosas, Néstor Kirchner no lograría imponerse en una segunda vuelta electoral el año próximo.
Y que en ese contexto, los mejores posicionados serían los candidatos no peronistas -aún se habla del vicepresidente Julio Cobos como un dirigente con posibilidades, por más que no cuenta con unanimidad de apoyos en la UCR-.
Pero ¿qué lugar ocuparían los justicialistas que se enfrentaron al kirchnerismo en ese esquema?
Entre los opositores peronistas, el único dirigente que da a conocer un diagnóstico completo de la situación y que se siente cómodo con él es Eduardo Duhalde.
El ex mandatario ha dicho en público que el próximo presidente no será peronista y que, al mismo tiempo, no está dispuesto a aliarse al radicalismo.
Más bien, se siente cómodo con ofrecerle al futuro presidente radical -según sus pronósticos- la "gobernabilidad" que sólo un peronista podría otorgar en dos difíciles territorios: el conurbano y los pasillos de la CGT.
Pero no está claro si, con un Carlos Reutemann de ánimo "pinchado" y un Francisco De Narváez aún sin respaldo legal para ser candidato, los peronistas enojados con Kirchner tendrán algún lugar en ese esquema.
Así es que los últimos traspiés opositores en el Congreso provinieron del peronismo disidente: sobre todo por la deserción de Latorre y un Carlos Menem al que los antikirchneristas tendrán que seducir para cada votación.
El riojano demostró que puede volver a la tapa de los diarios a pesar del maltrato al que lo sometieron sus ex compañeros de ruta.
Latorre también recordó que a ella la habían denostado el año pasado dirigentes de la oposición de todos los colores.
Fue en agosto del 2009, tiempos en los que los dirigentes del agro, recién llegados a la actividad política profesional, todavía parecían intocables.
La legisladora firmó un dictamen de comisión y ante cuestionamientos de la dirigencia sojera a los que se sumaron a coro opositores varios, Latorre quedó tan sola que hasta Carlos Reutemann la echó de su bloque.
En esta oportunidad, la senadora santafesina pareció salir a exigir respeto para su posición y un profundo debate al interior del peronismo disidente.
Ante este panorama, si el kirchnerismo estará o no en condiciones de aprovechar las falencias de la oposición es algo difícil de predecir y que dependerá, sobre todo, de la inteligencia que pueda mostrar la Casa Rosada.