Repasar la historia de los pleitos entre acreedores y Estados soberanos ante estrados judiciales puede resultar un buen ejercicio, en momentos en que el litigio de fondos buitres contra la Argentina en Nueva York entra este verano en zona de definiciones.
Hasta los años 50, la "inmunidad soberana" era la regla y ningún tribunal del mundo planteaba la posibilidad de llevar ante el "banquillo de los acusados" a un Estado por sus deudas.
Los Estados Unidos comenzaron a rever esa regla a partir de sus disputas con la Unión Soviética en plena guerra fría: los activos de Moscú en territorio norteamericano quedaron en la mira frente a la Justicia.
Con la crisis económica que invadió a los países desarrollados a mediados de los años 70, que funcionó como catapulta para el crecimiento exponencial del negocio financiero a nivel global, las cosas empezaron a cambiar realmente.
Así, el Congreso norteamericano aprobó en 1976 una ley que restringió las inmunidades soberanas en los Estados Unidos.
A partir de esa norma es posible que un privado demande a un gobierno extranjero ante un tribunal norteamericano, en función de actividades comerciales.
Esa norma -y otras similares aprobadas en los países centrales- también otorgó beneficios a los países, como por ejemplo la declaración de intangibilidad de sus reservas internacionales.
Los litigios por tenedores de deuda que no aceptan reestructuraciones comenzaron en los años 80, pero se multiplicaron recién a partir de los años 90.
Es que durante las crisis de la deuda latinoamericana en los 80, los acreedores eran los bancos privados norteamericanos.
A finales de esa década se crearon los "mercados secundarios" de bonos y los bancos norteamericanos terminaron de salir de la "línea de fuego" que significaban posibles defaults, con el llamado "Plan Brady", en los años 90.
Desde entonces, según lo precisa el libro "Debt Defaults and Lessons from a Decade of Crises", publicado en los Estados Unidos por el actual titular del Banco Ciudad, Federico Stirzenegger en coautoría con Jeromin Zettelmeyer, se han registrado decenas de litigios de acreedores disconformes contra Estados soberanos.
Países latinoamericanos, africanos y del Este europeo fueron llevados ante los tribunales.
El mayor de esos pleitos se desencadenó por el default argentino de 2002: el país recibió demandas por mil millones de dólares en Estados Unidos, 64 millones de euros en Italia y más de 42 millones en Alemania.
Pero la cuestión quedó superada por los canjes de deuda que la Argentina concretó en 2005 y 2010.
Es interesante recalcar que el litigador más "ganador" en la historia de los holdouts es justamente el que enfrenta a la Argentina ahora en Nueva York: el fondo Elliot Associates.
Recibió el 100 por ciento de lo que reclamó en disputas judiciales contra Ecuador (1995), Panamá (1998), Perú (1999) y Turkmenistan.
Claro que en todos esos casos, el reclamo original nunca pasó de los 64 millones de dólares -en el juicio contra Perú-.
En este sentido, los 1.300 millones de dólares que están en juego ahora por los bonos en default de la deuda argentina se acercan al récord de este tipo de disputas legales y de ahí la mirada atenta que los mercados financieros, la Casa Blanca y los medios especializados de todo el mundo tienen puesta por estos días en los tribunales neoyorquinos.
La actual demanda contra la Argentina sólo aparece superada históricamente por la que encaró la familia Dart contra Brasil en 1994, por un total de 1.400 millones de dólares.
En ese caso, los Dart salieron mejor parados que que si hubieran aceptado el canje de bonos que implicaba el Plan Brady.
Al estilo de los fondos buitre, a principios de los años 90, estos magnates adquirieron a bajo precio deuda brasileña que había entrado en cesación de pagos en 1989.
En 1993, todos los acreedores aceptaron un canje de deuda menos los Dart, quienes litigaron a través del banco CIBC y obtuvieron un fallo a favor en 1995 para cobrar intereses pasados.
En total, Brasil puso sobre la mesa 52 millones de dólares en bonos negociables y 25 millones en efectivo, en tanto que declaró que continuaría pagando los bonos inicialmente defaulteados en manos de los demandantes.
Esa jugada le permitió a los Dart vender esa deuda en el mercado y obtener 1.100 millones de dólares extra, una estrategia que se probó como exitosísima en comparación con los acreedores que habían entrado en el canje de "Bonos Brady".
La historia continúa no sólo por el remanente de deuda impaga de la Argentina, sino por las posibles nuevas reestructuraciones que deberán encarar países del Sur europeo, de extenderse la crisis financiera en el viejo continente.