El tango "Cambalache", de Discépolo, y "El reino del revés", de María Elena Walsh, advirtieron sobre las consecuencias de optar por lo irracional y el relativismo en un mundo, quiérase o no, regido por la razón y la Justicia.
Venimos de una semana que podría describirse como "aleccionadora" en un país desconcertante: El fiscal de la República, Diego Luciani, junto a un equipo de colaboradores ha realizado un trabajo de investigación extraordinario; un alegato que es presentado en capítulos, a la vista de cualquier mortal que desee interiorizarse sobre el desfalco que sufrió la Argentina, durante una década, en manos de políticos y empresarios prebendarios en su mayoría kirchneristas.
Mientras el mundo avanza en el tren de la razón, la ciencia, la tecnología, el capitalismo y la eficiencia en todos los ámbitos de la realidad humana, en la Argentina algunas personas siguen dudando al respecto: prefieren caminar por la cornisa e ignorar las leyes básicas de la existencia; léase rechazar las leyes de causalidad e identidad.
Por la circunstancia que sea, la ley de causalidad es infalible: si usted es ineficiente tendrá consecuencias. Si usted es un conductor distraído su vehículo no lo perdonará, incluso podría ser fatal. Si olvida girar la llave en el cerrojo, la puerta quedará abierta y podrían robarle sus pertenencias. La falta de higiene en sus cacharros de cocina podría acarrearle enfermedades, las bacterias no perdonan. Con sólo pensar, usted hallará millones de razones para ser eficiente, atento a los detalles y sobre todo racional, a la hora de preservar su integridad física y sobrevivir en ésta tierra.
La ley de identidad, conocida como "A es A", también es infalible. Se trata de una ley de la existencia humana que exige, o demanda, un proceso racional en las decisiones de los individuos. El principio básico es simple: las contradicciones no existen. Usted no puede gastar el dinero y tenerlo al mismo tiempo. Usted no puede creer en el derecho de propiedad mientras busca violar el concepto por izquierda, con el objeto de aumentar su patrimonio. Usted no puede pretender ser un juez íntegro, racional, mientras deja libres a ladrones, violadores o estafadores. Su vida está repleta de consignas de éste tipo, sólo tiene que identificarlas con una cartilla en la mano que diga: "las contradicciones no existen".
Todo individuo humano que viole alguna de éstas leyes existenciales, de causalidad o identidad, está eligiendo ser malvado porque elige la irracionalidad: ha elegido no pensar, o pensar al borde de la cornisa, ignorando la razón. La noticia es que, toda vez que ésto suceda, habrá consecuencias. Muchas veces las consecuencias las pagan otros; allí radica lo malvado de las personas irresponsables e irracionales. Incluso cuando las consecuencias las paga el propio individuo es probable que afecte a otras personas. Un buen porcentaje de la maldad de nuestro mundo humano, está dado por personas que eligen obviar su condición de ser racional, y actúan literalmente en contra de la naturaleza humana.
En un sentido político, y acercándonos a cerrar un pequeño círculo en éste artículo, el mundo occidental ha elegido vivir bajo el imperio de la razón y, por lo tanto, de la Ley. Los poderes judiciales occidentales son de hecho un ejemplo acabado de la aplicación de las leyes de causalidad e identidad. Un juez, si pretende ser objetivo, utiliza la razón: evalúa las pruebas de la realidad -sus causas y consecuencias- para sentenciar con integridad, es decir, sin contradicciones.
Volviendo a la realidad argentina, muchos dirigentes políticos y empresarios recostados -o enchufados- en el poder, actuaron en sus cargos a lo largo de una década como si no hubieran consecuencias, con impunidad. Desestimaron las leyes existenciales humanas antes mencionadas y se burlaron de la razón y los límites impuestos en las Leyes y en la Constitución de la Nación; a la vez que se burlaban de las personas productivas, de bien, que soportaban la expoliación de buena parte de su trabajo mediante los impuestos y las retenciones confiscatorias.
Es menester que cada uno de los funcionarios implicados en el desfalco al Estado, que expone en su alegato el fiscal Luciani, sufra algún tipo de consecuencia, impuesta por la Justicia. Aún en caso de concluir el proceso en un lamentable fallo irracional, sellando de ese modo la impunidad, habrá consecuencias; el país caerá en los índices de institucionalidad, habrá menos seguridad jurídica, con ello menor cantidad de inversiones y como resultado un mayor índice de pobreza: la ley de identidad en acción.
Nuestro régimen constitucional -representativo, republicano y federal- exige la jura de cada funcionario por la letra de la Constitución Nacional, al momento de asumir: "Observar y hacer observar en lo que de mi dependa la Constitución de la Nación Argentina, si así no lo hiciere, que Dios y la Patria me lo demanden".
Están siendo demandados. De una u otra forma: Será Justicia.